A propósito de…LXXXVIII

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Sor Lucía…y las demás

Laura F.

Estamos acostumbrados, como siempre ha sido y es de ley, que las monjas se dediquen a los suyo. Las hay con hábitos negros, blancos, marrones, grises… Y en todos los frentes, pero ninguno de éstos es al lado de la jerarquía eclesiástica, sólo para callar y trabajar. Sirven desde la enseñanza, hospitales, geriátricos, pisos de rehabilitación de drogadicción, o de acogida para mujeres maltratadas, en Misa y tocando las campanas. Nos gustaría que todas fueran perfectas, y así lo exigimos. Deben ser coherentes y ser ejemplares. Pero…claro. No es posible. No lo es en el mundo de la política que viven como reyes ¡Lo van a ser ellas!  

Son seres humanos con virtudes y defectos, los cuales resaltamos aún sabiendo que hacen lo que ni nosotros mismos somos capaces de hacer. Por ejemplo: cuidar de los abuelos, de niños que nadie quiere, enseñar, e incluso, dejar nuestros hogares para ir al otro extremo del mundo a ayudar a otros desconocidos. Otras se quedan, en el convento, pero no encerradas. Trabajan por el barrio, por los demás, haciendo de su misión la caridad en todos los aspectos. Un ejemplo público es Sor Lucía Caram. Se nota que es argentina porque habla mucho y a gran velocidad. Pero eso no quita que tenga razón, en lo esencial. Y es que las monjas son personas que viven insertas en la sociedad, no son ajenas a ella; tienen opinión, y no tienen porqué callarse, con capacidades muy cualificadas y ciudadanas, no olvidemos, con derecho a votar por una sociedad más justa.

¡Cuántas monjas por el voto de obediencia están calladas! ¡Pero hartas! Piensen y recapaciten. ¿Cuántas instituciones llevadas por mujeres funcionan de maravilla? ¡Hombre…siempre hay excepciones! Pero, en general, lo que la mujer toca, funciona. Y es que las mujeres somos como los pulpos, con ocho brazos y todos coordinados en su tarea. ¡O, NO! Conoceremos casos de religiosas muy rígidas, incluso pellizconas, con lo que vulgarmente llamamos “mala leche”, en todo caso sólo eso. ¿Conocemos que haya destacado por usos y costumbres de OTRO cariz? ¡Y nos rasgamos las vestiduras porque una de ellas se lanza a los medios a defender los derechos humanos! ¿Y no es su misión? ¿No es la de otros también? ¿Y de toda la sociedad? Sor Lucía es valiente porque su bandera es el Evangelio; es la misma que Jesús de Nazaret. Esta dominica está hasta la toga de ver y callar. Es una profeta del siglo XXI. Al fin y al cabo es PREDICADORA.

¿La vamos a callar, si ese es su trabajo? Es dominica. Por cierto que allá por el siglo XIII, Santo Domingo de Guzmán reclutó a sus monjes y monjas entre los Cátaros o Albigenses. Tanto convivió con ellos para que volvieran a la ortodoxia de la Iglesia, que al final, tomó de ellos uno de los compromisos de su orden: humildad, pobreza, generosidad,…y la libertad. Es verdad que desbarraron en muchas cosas, pero algo vería Santo Domingo, cuando las primeras religiosas dominicas salieron del sur de Francia. Aplicando formas benedictinas y siendo relegado por la jerarquía, el santo predicó y predicó, para conseguir que las ovejas descarriadas volvieran al redil. Por ello se llamaron PREDICADORES. No consiguió lo que pretendía anta el Papa, pero dejó un legado de conventos masculinos y femeninos preparado y obediente. Pero han llegado nuevos tiempos, a los que la vida religiosa se va adaptando.

Yo creo que se han planteado, sobre todo Sor Lucía, por su erupción verbal. Dios no le va a pregunta   cando llegue ante Él, por las misas oídas, por los rosarios rezados, por las palabras contenidas, e incluso, si tuvo o no relaciones sexuales (cuántas y con quiénes). Le preguntará: ¿QUÉ HAS HECHO POR TU HERMANO? ¿HAS EVITADO SUFRIMIENTOS? Porque el reino de Dios no sólo está en los templo, sino en las personas que se esfuerzan por ayudar a los demás, como se pueda. ¿Y quiénes contestan a esta mujer? Cuatro o cinco “premios Nobel” , que ellos mismos se ha otorgado y que dan muestra de una pobreza intelectual supina. ¡Nada más y nada menos que cuatro iluminados! De pobreza intelectual, mal educados y que ofenden, opinan, y marujean sin que nadie se lo hayan pedido. Cuatro periodistas de una talla mundial, por los que el New York Times, Herald Tribune, Le Monde, CNN o TV News, están al borde del suicidio colectivo, ya Federico Losantos, Alfonso Rojo y Carlos Herrera no quieren trabajar para ellos. Una pena, teniendo en cuenta los adjetivos que emplean en unos monólogos insulsos hacia Sor Lucía, así la comparan con la momia del perro Excalibur, monja histeroide o que se alegra de la muerte de Botín. Quizá es que les traiciona el subconsciente y dicen lo que son. Las mujeres, con criterio, estamos hasta la coronilla de ciertos jefes mediocres. ¡Y las monjas más!

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