A propósito de…XLII

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una tragedia consentida

Una tragedia consentida

Laura F.

Es lamentable, indecente, amoral y obsceno que en el siglo XXI y con lo que presumimos de haber avanzado científicamente, que haya gente que pase hambre y, dentro de estos, sobre todo los niños y ancianos. 

Cuando alguien sufre no debe de haber discriminación, pero lógico es pensar que los niños y ancianos están más indefensos y con menos posibilidades de «matar el hambre». El caso es que los avances en todos los campos han sido espectaculares: vacunas, tecnología, genética, etc., por no hablar de los éxitos en cuestiones químicas, físicas y demás. El ser humano ha dado mucho de sí, de una manera increíble, mejorando la calidad de vida. Pero como dicen en mi tierra nadie de «duros a pesetas».

Si no fijamos un poco, todos los adelantos que se han conseguido han ido orientados a la consecución de dinero y poder. Que los ciudadanos nos beneficiamos…¡¡Faltaría más!! Pero siempre y cuando los grades poderes se beneficien y saquen rentabilidad. Pero en HUMANIDAD ¿Hemos avanzado? De hecho las carreras de Humanidades están desapareciendo. No interesa las reflexiones filosóficas, investigaciones sociales, desarrollo cultural, capacidad crítica… ¿Qué de todo esto hay? Sí, es cierto: pero en minoría, si eres políticamente correcto y si eres rentable. ¿Hemos progresado? ¿De verdad? Yo creo que no. Por el contrario hemos sufrido un retroceso. Como especie, con inteligencia y voluntad, creo que el fracaso es evidente, tanto en cuanto que casi la mitad de la población mundial está en la pobreza. Y lo que es peor, cada día mueren 30.000 niños, menores de cinco años, de enfermedades que podrían ser evitadas. Se da el caso que la vacuna contra la malaria hace tiempo que se pudo aplicar y no interesó, o el problema del agua, que también. Pero no es rentable. Lo dicho. Pero estas cifras nos quedan muy lejos, no tienen cara, al fin y al cabo son números.

Pero la cosa cambia cuando sí les pones cara a los que pasan hambre. Cuando los ves cada día y, tú, como ciudadanos normal y no muy boyante, no puedes hacer gran cosa. Sí. En España, en nuestras ciudades, en nuestros vecinos hay hambre. Me diréis (si alguno de vosotros tuvo a bien leer mis humildes artículos) que ya hablé de este tema. Pero es que las entrañas se te arrugan cuando escuchas: «Seño. ¿Cuándo empieza el comedor?» Porque donde se aprecia claramente es en los colegios, en los que tienen comedor escolar. Y en los otros, por los almuerzos que llevan algunos alumnos. Y nada puedes hacer o muy poco. Y no hablo de niños que aparecen en las fotos de denuncia, que son de África o de Etiopía. No. Hablo de la niña que te saluda por la calle, que te dice: «¡Hola, seño! Y se tira a tus brazos a darte un beso». Ahí, ya no puedes más. Porque cada día lo ves y lo lamentas y te conformas porque, por lo menos, en el colegio come.

Mientras la sangre te hierve en las venas cuando escuchas a los casos Bárcenas, ERES andaluces, bancos rescatados con dinero nuestro, concesiones de estadios, palacios de congresos y demás en los que las comisiones volaban. Todo esto tienes que oír y callar mientras un niño no tiene qué comer. Así que no me digan que «las ciencias avanzan una barbaridad». A costa de qué; de ser menos humanos, más avariciosos, injustos, amorales y despreciables. Esta España finalmente lo ha conseguido. Nuestros políticos lo han logrado. Romper el sueño de lo que creímos que era crecer como país. Ha durado treinta y cinco años sólo. La dura realidad es que nunca hemos sido del Primer Mundo y que, éste, se ampliaba. Siempre hemos sido del Tercer Mundo del que cada vez hay más socios. UNA TRAGEDIA CONSENTIDA.

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