¿Por qué nadie me pregunta si soy feliz?

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Hace unos días una asociación relacionada con el TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad), le propuso a mi hijo que diese una charla en una de las convenciones anuales que organiza, pues sabían que él había estado relacionado con la asociación en sus años escolares.

Nuestra relación sucedió al principio de conocer en los colegios este “trastorno”, que por cierto, ahora es mega famoso en cualquier clase. Estoy convencido que en casi todas existe un niño diferente en la forma de comportarse. Simplemente por eso, ya será un candidato al TDAH.  La verdad, no sé muy bien porque tanto interés en que se les etiquete, si casi nadie después aceptará su singularidad personal. Bueno… eso es harina de otro costal.

Lo interesante es que después de muchos años, te encuentras con personas, asociadas o no, con la misma buena intención de mejorar la vida de las personas afectadas por este tema en concreto, no obstante con la misma rigidez mental de siempre… No ha cambiado realmente nada. Rectifico, sí ha cambiado, el número de niños que se medican porque se mueven más de la cuenta en unas clases lectivas súper aburridas para ellos.

¿Qué has estudiado finalmente? ¿Qué empresa has emprendido? ¿Qué tienes? ¿Qué haces? Esas preguntas, son las que definen el perfil de la persona que se busca construir, para reconocer el “éxito” de padres, educadores, asociaciones, etc. ¿Dónde queda la propia persona, si su naturaleza es vivir libre del “éxito” que busca insaciablemente una sociedad profundamente vacía? Todo esto me suena a desear realizarnos, a darle sentido a nuestra vida, viviendo la de otros. Me huele a forzar a nuestras criaturas, con el pretexto de cualquier trastorno, a que viva lo que, quizá, no desea vivir. Todavía voy más allá, a obligar a otro a ser infeliz. El objetivo por nuestra parte, muy claro, sentirnos realizados en la sociedad a través de otro. “Me ha costado sudor y lágrimas, pero finalmente he conseguido que estudie…”, frase muy famosa en nuestra sociedad.

¡Papá, qué pena! Que nadie de los que me han querido ayudar, a lo largo de mi vida, me pregunte: ¿hasta qué punto soy feliz? ¿Cómo me siento en mi interior? ¿Si he aprendido a afrontar mi día a día con integridad, desde unos valores que no excluyan a otros seres humanos? ¿Si me dedico a lo que me hace feliz, sea lo que sea?

En realidad, ¿Cuánto nos importan las personas? En general, siento que más bien poco, porque las valoramos por sus notas, sus títulos o su cuenta bancaria, no por su FELICIDAD.

No hemos comprendido todavía que un banquero corrupto arruina todo lo que toca, que una mente formada, pero exenta de valores, es un potencial peligro; y que una persona FELIZ, sea lo que sea, HACE FELIZ al mundo.

A mi parecer a un humano no se le debería valorar por lo que ha conseguido material para sí, sino por el AMOR que repartido en su mundo. Quizá, mi visión sea muy romántica para esta época, de todas formas no me importa parecerlo, y menos serlo, por eso te pregunto:

¿Eres feliz?

Suficiente carrera para toda una vida, suficiente ÉXITO para toda una humanidad.

tequiero@benitoalcaraz.com

 

Autor del libro «De mayor… Quiero una familia como vosotros»
www.dejarhuella.org

 

 

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