Una de la talla L

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Pasa el tiempo que ni te enteras…  Ya han transcurrido más de cinco años desde que conocimos a Glaili, la preciosa niña Saharaui que acogemos los veranos en nuestra casa.

Llegó a nuestras vidas, como una aparente casualidad, la oportunidad de compartir hogar con un niño o una niña que pasa los meses estivales encerrada en una haima para protegerse de los cincuenta grados centígrados que asolan el desierto donde habita. ¿Por qué no ahorrárselo, si podemos?

En mi familia, lo vivimos desde el principio como una experiencia diferente, como algo ilusionante que no sabíamos lo mucho que nos aportaría a nuestras almas, y siendo totalmente conscientes de que la verdadera vivencia es ir nosotros a Sáhara.

Es precioso ver que algunas personas que no tienen casi ninguna posesión en la vida, no las necesitan e incluso no las quieren. Son muchas las cosas que he compartido con esta niña, ya convertida en una adolescente, que jamás podré olvidar.

Ellos cuando vienen a España, entran en un programa médico en el que les hacen una revisión de la vista, los dientes y su estado de salud en general.

El otro día, sin ir más lejos, me tocó llevarla al Hospital Morales Meseguer de Murcia para que le mirasen la boca en la clínica universitaria de dicho hospital. No se puede ser más simpático para atender a otras personas. Los futuros dentistas, hombres y mujeres, aparte de hacer bien su trabajo, mostraron un cariño digno de apreciar. No obstante, hubo algo que me removió el estómago y fue lo siguiente:

Tras acabar todas las revisiones, un señor empezó a repartir camisetas de la universidad para que los niños se las colocaran y así poder echarles una foto de grupo. Yo me fijé en Glaili y ella no llevaba camiseta, una de las chicas en prácticas también se percató y le preguntó ¿Tú qué talla quieres? A lo que Glaili contestó yo una L.

No me di cuenta hasta que la mujer le dijo que no tenían tallas L, de que ella no gastaba una L, por lo que le dije –Glaili para qué le pides una L, si tú gastas una talla más pequeña. –Ella contestó-. Ya lo sé, pero es que no es para mí, es para mi hermana (su hermana es mi hija, Nazaret, para nosotros es como una hija y entre ellas son como hermanas).

¡No me lo puedo creer! Qué alguien que cada año viaja sin maleta, literalmente, tenga la oportunidad de pedir algo, en un mundo donde aparentemente abunda todo, y no pida para ella. No es normal en nuestro “pobre universo desarrollado”.

Es increíble lo inmensamente RICA que es esta pequeña, que no tiene ni un solo vestido propio y que, a la vez, le sobra todo para ser tan feliz como lo es.

Quizá debería haber alguna niña como ésta de catedrática en la universidad dando clases de humanidad, pues, se está demostrando que enseñarnos a pelearnos por unos míseros euros acabará por destruir el mundo. Más vale que nos enseñen y enseñemos a valorar a las personas, seguro, que las guerras acabarían ahora mismo.

La talla que yo pido hoy, después de tu lección, es la S para ti querida…

Gracias Glaili por existir en nuestras vidas.

Feliz día.

 

Autor del libro «De mayor… Quiero una familia como vosotros»
www.dejarhuella.org

 

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