Vaciando el aire de las caracolas…CI

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Concreción

 Concreción

Mateo Marco Amorós
 

En el artículo titulado «Insistiendo», publicado en junio de 1927 en «El Pueblo» de Orihuela, quien firma Nik –véase «El Pueblo», 15.06.1927– concreta su propuesta de reforestación que, si había nacido pensando en la Sierra de la Muela, la extiende a otras partes del municipio. Así, para Nik urge repoblar el cabezo del Oriolet, al que describe como «trono de San Miguel» y «baluarte de la grandeza oriolana». Y sobre este espacio añade un dato de interés antropológico al comentar que los pinos proporcionarían sombra a quienes en los días de «monas» suben al castillo. También nos informa sobre el paisaje a espaldas del Seminario donde «ostentan un espeso follaje garroferos, almendros y oliveras.»

Para el autor importa infundir en la sociedad el amor y respeto al árbol. El amor a los árboles fue una idea querida por los regeneracionistas de finales del siglo XIX. La Fiesta del Árbol vino a fomentarse en España, desde entonces, como fiesta culta y digna de ciudades que amaban la prosperidad, también sería utilizada por las dictaduras –la de Primo y la de Franco– y entre ambas por la República, como factor para la nacionalización. Una fiesta muy ligada a una escuela que pretendía formar ciudadanos y al Regeneracionismo que había elevado a los altares laicos la figura de Joaquín Costa.

Y como la propia ciudad ha de ser el escenario donde se refleje ese amor al árbol, Nik aplaude en 1927 que el Ayuntamiento oriolano esté ornamentando con arbolado las plazas de la ciudad, —castiza ciudad —escribe. Y con su escrito hace un llamamiento a los particulares para que también planten árboles en sus patios, reivindicando de paso lo que considera señas de identidad de Orihuela frente a modernas uniformidades: «No debía de haber patio en Orihuela –afirma– sin una palmera, que en escamas de su tronco encerrara el historial de la familia, y que emergiendo de las blancas terrazas, aumentara el carácter oriental de la ciudad, que no debe cifrar tanto su embellecimiento en alinear calles muy iguales y muy monótonas como las ciudades modernas, sino en conservar sus características históricas y raciales, haciéndolas compatibles, eso sí con la higiene, con el confort y con la limpieza.» Para Nik, las palmeras y otros árboles son la mitad de la belleza de Orihuela. Como ejemplo cita las casuarinas del palacio Episcopal y las palmeras y arbolado del jardín del palacio de doña Anita.

Doña Anita Soto, suponemos.

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