Zuloaga en París

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Mateo Marco Amorós / Uno de aquellos…

Fotografía: Joaquín Marín

En Madrid, en Recoletos, donde la Fundación Mapfre, se expone la colección «Zuloaga en el París de la Belle Époque, 1889-1914». El pintor, con diecinueve años, se instaló en la capital francesa. Diecinueve años es todavía edad propicia para ser esponja. Siempre que la petulancia juvenil no castre la necesidad de aprender. En aquel París, Zuloaga fue esponja y aprendió. Ya sabía, pero aprendió más. Aprendizaje que le sirvió para seguir siendo Zuloaga.

Aquellos años de entresiglos fueron años en los que parece que se conseguía el paraíso en la tierra gracias al Progreso, escrito con mayúscula. Un progreso que aparentemente todo lo que traía era bueno. Optimismo que frustró la Gran Guerra. Si el progreso permitía vivir mejor, también procuraba matar mejor.

Antes de la guerra, siendo joven, y siendo París centro cultural, Zuloaga fue esponja, relacionándose con quienes eran o serían grandes. En sus cuadros de entonces se aprecia el influjo, resultando un Zuloaga que no es tan Zuloaga. Porque en algunos cuadros de París hay un Zuloaga que no es el de la España negra, esa España que nace del pesimismo del 98 y su Desastre. Una España negra de un pintoresquismo trágico, pintoresquismo de luto, que el pintor vasco magníficamente representó. En los galgos que pinta no se aprecian pulgas. Las había acaparado, todas, España, perro flaco.

El Zuloaga de París es un Zuloaga que se deja contagiar por la luz de la ciudad de la luz, por las luces de quienes hicieron del lienzo paleta de color. Pero también está el Zuloaga de siempre. Así, descubrimos a un artista que sabe su ser, pero al que no le importa probar. Necesidad o juego, prueba. Y mezcla su gusto con el gusto de sus colegas. En el Zuloaga parisino hay mucho del Zuloaga que fue y será, pero con visos de los movimientos franceses. Conoció a Gaugin, a Toulouse-Lautrec, a Degas… E intimó con Rodin y Renard. La exposición muestra esa etapa donde interesa cómo, en el arte, podemos dejarnos ser por otros, probar, experimentar, fundir y volver a ser en la originalidad de la mezcla.

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