Estar en la vida

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Mateo Marco Amorós

Fotografía: Joaquín Marín

En este mundo en el que vivimos, obsesionados por la fama, parece que uno no es nadie si no está en el candelero. De ahí quienes se obsesionan por ser famoso. Quienes buscando la notoriedad pretenden su momento, aunque sea un minuto, de gloria. Aunque sea un minuto y aunque sea ridículo. Sintiendo así curados los afanes. Aunque a veces, consumido el minuto, puede que se catapulten las frustraciones. Y así vivimos. Así nos desvivimos.

Es lícito y honorable querer ser algo en la vida. Y saber qué lugar ocupamos en ella. No obstante, en la vida es posible que nunca lleguemos a saber dónde está nuestro lugar. Pero sí donde no está. Aquí, para nosotros, la clave. Se lo leí a Lorenzo Silva en boca de un personaje de su novela «Niños feroces», un relato noble que nos lleva a esa generación en la que a unos cuantos, con más romanticismo que razón, se les embarcó en una guerra mundial al lado del fascismo. Nos referimos a los jóvenes «aventureros» de la División Azul, empujados con ínfulas imperiales y abandonados en los rigores climáticos de la Rusia soviética para luego, viendo la evolución internacional del conflicto, congelarlos en la frialdad oficial.

«Niños feroces». Niños porque al cabo eran niños. Y como niños los engolosinaron con «banderas victoriosas / al paso alegre de la paz». Feroces porque los envenenaron con odios de guerra en los frentes agostados por la nieve entre el congelado Vóljov y el lago Ilmen, empujándolos por lejanos y fríos caminos de hielos agrietados en sangres. Bajo el runrún de discursos siempre de «dicción épica e imperativa». Como dice Silva.

«Uno no termina nunca, en la vida, de saber dónde está su sitio. Pero sí llegas a ver, y cada vez más claro, dónde no está.» Esto es lo que concretamente le dice el personaje de la novela «Niños feroces» a un joven confidente al que le va contando su experiencia. Por esto, ver dónde no está nuestro sitio en la vida, aun desorientados, puede que sea lo importante. Lo más importante, saber donde no hay que estar.

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