Preocupación

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Uno de aquellos / Mateo Marco Amorós

Fotografía: Joaquín Marín

Sintiéndonos privilegiados por aquello de que «a perro flaco, todo son pulgas», vivimos tranquilos pensando que las catástrofes naturales sólo afectan a los pobres. Sin embargo, la naturaleza de vez en cuando nos recuerda también nuestra vulnerabilidad.

Cierto que los desastres provocados por la naturaleza lo son más en los países pobres. En estos, las carencias en infraestructuras y servicios, las carencias en todo, las infraviviendas, las corrupciones de todo agudizan los efectos de lo natural haciendo más arriesgado el riesgo físico. Pero los países desarrollados no quedan inmunes a los efectos de terremotos, inundaciones, incendios forestales, sequías y otros riesgos. Por ello, no estando libres de las desgracias conviene la previsión. Por ejemplo, no podemos evitar las lluvias intensas; pero sí el construir invadiendo cauces. Hoy secos, mañana Amazonas. No podemos evitar la sequía; pero sí racionalizar el uso del agua. No podemos evitar los terremotos; pero sí el que se construya incumpliendo las normas sismorresistentes. Aquí, viviendo donde vivimos, nace nuestra preocupación; preocupación alimentada hace años por lo que el periodista David Pamies publicó en INFORMACIÓN.

Un dieciocho de marzo de 2002, rememorando el célebre terremoto que en 1829 asoló la Vega Baja, Pamies publicó un reportaje recordando la posibilidad de este fenómeno en las tierras del Segura y advirtiendo sobre el posible incumplimiento de las normas sismorresistentes en obras privadas. Esto, injustamente, le supuso desprecios, amenazas y vetos. Pero la denuncia que hizo se verificó, por desgracia, cuando el terremoto de Lorca quebró construcciones recientes. Denuncia que pervive. Porque todavía hay quien no garantiza el cumplimiento de esas normas en obras particulares. Entonces, eran los años del ladrillo sobre ladrillo y de los billetes sobre billetes. ¿Ahora?

Ahora cuando preguntamos sobre el cumplimiento de estas normas en la obra privada, como el periodista Pamies hizo en su momento, hay quien se revuelve como los perros –otra vez los perros como metáfora– cuando le tocan la zafa de la comida o del agua. El brillo de sus caninos denuncia que no está dispuesto a arriesgar su pan. Pero las avaricias por su pan pueden ser, sobre nosotros, ruinas.

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