En el oleaje de la luz y la sombra: Carpanta otra vez

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Imagen: Joaquín Marín

Por Mateo Marco Amorós

Carpanta otra vez. Carpanta Burger otra vez. Y otra vez Pepón Gandía. Y otra vez –aun siendo primavera– ¡Feliz Navidad! ¡Feliz Año Nuevo! y… Y otra vez porque hace casi diez años, cuando Vaciando el aire de las caracolas, ya escribí sobre las bondades del local, sito en el barrio de Santa Lucía de Biar, carrer Sant Pere. De las bondades del local y de las de su dueño Pepón. Todo delicadeza, esmero. Bondades que ratifico.

Y sí, para quienes no conocen tan gustoso lugar, también escribí sobre el porqué, allí, de la perenne Navidad. Si algún curioso de aquello –perdón por la inmodestia de la autocita– que ponga en un buscador: «Mateo Marco» Carpanta 2015.

Renovarse o morir, dicen. Y salvo el mantenimiento de los espacios y el reemplazo pertinente de la decoración navideña, en el Carpanta Burger –gracias a Dios– no cabe renovarse. Porque lo fundamental de para lo que nació, esto es, su exquisita carta de bocadillos, hamburguesas, sándwiches, montaditos y aperitivos sigue ofreciéndonos lo mejor de lo mejor. Productos de calidad tratados con delicadeza.

Aquí la mano de Pepón. Cocina en apariencia sencilla pero con una magia de pequeños toques que subliman los sabores. Sospecho que esa plancha donde medita y trasiega Pepón, como otras que conocí en bares por desgracia desaparecidos, tiene que haber sido forjada en alguna fragua hermana de la de los Nibelungos. Pero para ofrecernos solo maravillas, sin avaricias ni malditismos.

Que sea todo bueno, se debe a Pepón Gandía, superviviente en aquella isla de fiesta y buen rollo que, sobre todo en los ochenta, fue el barrio de Santa Lucía en Biar; hasta que se coló la mierda mierda del mal rollo.

La otra noche, desde Valencia camino de Orihuela, acompañándome mi hija Carmen, nos permitimos el capricho de desviarnos y cenar en el Carpanta. Era tarde pero valió la pena. Como siempre. Aparcamos y… Allí, solitaria, la luz del Carpanta, testigo de lo feliz que aquel barrio fue, me pareció un faro guiándonos entre tinieblas y silencio de arquitecturas abandonadas, ruinas de mis recuerdos. Suerte el Carpanta acogedor. Suerte Pepón.