Por Mateo Marco Amorós
Hace años que para felicitar la Navidad y Año Nuevo echo mano de un recorte de algún periódico local antiguo, a ser posible de hace un siglo. Ante el actual tráfago de luces y ruidos, aprecio esos retazos porque me recuerdan los sentires de antaño y el sentido esencial de la Navidad, eso que la intensa espectacularidad luminosa y bullicio contemporáneos, si no apagan, sí atemperan. Tanta luz, tantísima luz, parece que nos deja ciegos. Normal que en una sociedad aconfesional, laica o hasta laicista no importe a muchos el sentido religioso de la Navidad, pero sí atañe para quienes, creyentes, la Navidad supone un acontecimiento fundamental para su fe.
A principios de diciembre, don Reyes Rodríguez Rufete, párroco en la Iglesia Arcediana de Santiago de Villena, en una sentida homilía advertía preocupado sobre la pérdida de los símbolos cristianos en las navidades. Don Reyes, natural de Dolores, tiene bien ganado el calor de Villena, el de la comunidad cristiana en particular y el de la ciudadanía villenense en general. Bendito su noble carácter y bendita su inteligencia que conozco común en las muy buenas gentes de estas tierras de aluvión humano y ácueo que habito. Tierras tarquinosas, sisadas al agua y convertidas con muchos sacrificios en vega fértil. En aquella homilía don Reyes nos recordaba lo fundamental de la Navidad: el Niño Jesús, el nacimiento de Jesús.
Como lo recuerda el recorte escogido este año para mi felicitación familiar navideña, un pequeño artículo firmado y publicado el veintiuno de diciembre de 1925 en El Pueblo de Orihuela por Antonio Illán Bascuñana, directivo del Sindicato Católico-Agrícola. En él, tras explicar que la palabra Navidad es una contracción de Natividad, «de la gloriosa natividad de Nuestro Señor Jesucristo» –precisa Illán– e identificarla como fiesta alegre y de regocijo, celebrada por toda la Humanidad como familia que celebra feliz todo alumbramiento, califica el nacimiento de Cristo de «gloriosa epopeya» y «principio de la redención del género humano».
Ahí lo importante para Illán, el carácter redentor de Jesús. Razón para invitarnos a una celebración agradecida y… «como la celebraron nuestros antepasados». ¡Feliz Navidad!






