Por Mateo Marco Amorós
Por respeto al público, evitando lo malsonante, titulo hoy mi opinión «La leche». Esto por no decir «La hostia». Ganas no me han faltado acordándome de Camilo José Cela cuando otorgaba al taco, empleado en su justo momento y sin abuso, su contundencia.
Y contundencia pide reaccionar contra la majadería. Al tiempo, por lo que comentaré, entiéndase leche u hostia en su acepción tanto de bofetón como de asombro.
Leo en INFORMACIÓN de veintitrés de mayo pasado, en artículo firmado por Juan Antonio Giménez, la noticia sobre lo que acontece en un bar de Benidorm frecuentado por turistas británicos. Por cinco euros, te sientas, pides un chupito, te lo bebes y… un camarero te lanza agua en la cara y te propina una bofetada, suave o fuerte a petición tuya. A la cosa siguen aplausos, risas y jolgorio del personal. Y claro está, viviendo los tiempos que vivimos, la experiencia, grabada en vídeo, se viraliza a través de redes sociales. El local se justifica aduciendo que todo está bajo control y a gusto del consumidor. A la cosa del chupito y bofetón, los que saben inglés le llaman Slap Shot. Así se titulaba la película que en España, a finales de los setenta, conocimos como El castañazo, protagonizada por Paul Newman.
Mientras debatimos –viejo y necesario debate– sobre el modelo turístico que queremos, proliferan imágenes de «diversiones» como la que nos ocupa que no me parecen atractivas. Yo nunca iría a un sitio donde pagando o sin pagar me propinen una bofetada. Puede que para algunos, en cretina sociedad, sea imán. No para mí. Pero ya se sabe: Hay gente pa tó.
Días antes, el mismo periódico, en su edición de seis de mayo, en sección especial, titulaba: «Benidorm se consolida como Destino Inteligente». ¿Paradoja ante lo del bar?… No. Porque esa inteligencia de la que hablaba el reportaje ofrecido por Telefónica es la inteligencia digital, la de la tecnología punta, la de plataformas sofisticadas. Lo que sí que resulta paradójico es que mientras atribuimos a las cosas cualidades humanas –inteligencia artificial por ejemplo– los humanos perdamos humanidad. ¡La leche!


