¿Es el PP la solución?

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Mano escribiendo

Por Miguel Ángel Robles Martínez

Seamos claros, lo menos grave es la corrupción, el nepotismo familiar y de visitadoras, las sobrinas de Ábalos, Tito Berni y el resto de diputados que celebraban en prostíbulos las leyes en defensa de la dignidad de las mujeres. Desde Roldán sabíamos que era marca de la casa y parte del dinero de los EREs se gastó en coca y rabizas. También en el PP se encargaban volquetes de colipoterras. Esto no destruye un país, lo enfanga, lo desmoraliza, lo retarda, pero no lo destruye. Ningún socialista va a dejar de votar al PSOE por estas pequeñeces de bragueta y bolsillo…porque eso significa que gobernará la ultraderecha.

Nos cuesta entenderlo por su complejidad y efectos a largo plazo, pero el problema es la demolición de la arquitectura democrática mediante leyes que dejan sin efecto los límites constitucionales y el espíritu que la ideó. El PP no cree, en términos generales, en casi nada y en lo que cree lo hace sin entusiasmo y avergonzado por su incapacidad para enfrentar el discurso progresista. Ofrecen gestión, previsibilidad, tranquilidad, cosas deseables, pero que no ganan elecciones salvo debacle del contrario. Ni siquiera estos ítems tan conservadores captan la atención de los viejos, tan apegados a las prebendas y miedosos al cambio. No lo hacen porque la prioridad de los provectos, que son el mayor target de votantes (entre los que me encuentro muy a mi pesar), es la pensión y Sánchez se la ha asegurado. En un país de sueldos bajos y altos impuestos, los pensionistas son los nuevos privilegiados y a mi suegra no le expliques la ruptura de la igualdad básica entre los españoles que supone la ley de amnistía o que el Constitucional y la Fiscalía sean extensiones del gobierno. Mi suegra, con Sánchez, está bien. Mi suegra es, lo habrán entendido, el paradigma de un modo de pensar. Luego están los jóvenes que presumen de “pasar” de la política o los maduros que son de un partido toda la vida y no van a cambiar ahora. Pero existe un grupo entre los más jóvenes, especialmente entre las chicas, que ha sido sistemáticamente adoctrinado en su etapa formativa y universitaria por lo que Gaad Saad define como ideas patógenas en su indispensable libro “La mente parasitaria”. Llevamos años de inmersión en la ideología Woke que se apoya en el constructivismo, el posmodernismo, el ecologismo radical, el feminismo del odio y el transgenerismo lisérgico. Estas ideas del auto-odio que lidera la izquierda cafre van contra la sociedad libre y próspera que ha representado occidente los últimos 50 años y contra toda la cultura, ciencia, usos y costumbres que la sustentan.

La izquierda ha dejado por obsoleta la lucha de clases y ha buscado en las identidades el nuevo paradigma de enfrentamiento: hombre /mujer; hetero / homosexual; mujer / trans; blanco /”racializado” (hay que joderse, ¿habrá mayor racismo que esta terminología que utilizan?). Toda esta porquería ha hecho triunfar a gentes menores como Irene Montero y está sirviendo para destruir la familia como núcleo básico humano, el valor de la ciencia como pilar de la verdad, la necesidad del esfuerzo en el trabajo o los estudios, el sentimiento de unidad entre los españoles y, paradójicamente, pues se supone que es progresismo, da soporte a las políticas más reaccionarias: los nacionalismos, cuyo único objetivo es la disolución de España. Estas ideas absurdas y disolventes han conseguido una sociedad floja, sentimentaloide, alejada de la realidad y adicta a las paguicas del Estado como gran provisor.

Sánchez no cree en nada de esto, pero vio que su ascenso al gobierno pasaba por ahí y lo abrazó. A él le ha bastado con un solo elemento de la teoría del enfrentamiento: nosotros o la ultraderecha, ligeramente adobado de feminismo rancio y ecologismo idiota. Ha construido un muro entre españoles y los votantes del PSOE consideran cualquier cosa preferible a que gobierne la derecha, por irracional que parezca.

En este contexto el PP no puede seguir con sus ensoñaciones del socialismo bueno y la gran alianza a la alemana. El PSOE está a otra cosa, es otra cosa. Deben presentar una impugnación frontal a todo lo que ha definido la acción de los socialistas y sus socios estos últimos años, también a su propia política de no hacer nada por cambiar las cosas cuando alcanzan el poder. Necesitamos un ideario fuerte y nuevo, que nos hablen como adultos, que nos digan la verdad sobre las cuentas, las pensiones, la emigración, el desmadre autonómico, la deriva educativa, la intromisión en el poder judicial…

Pero un PP de pinganillos, que impide estudiar en español en Baleares o lo discrimina en Galicia; un PP que vota a favor de políticas de cambio de sexo en menores sin permitir la opinión de padres ni especialistas; un PP que ve a Puigdemont como interlocutor válido y a Bildu como el triunfo de la normalidad democrática; un PP que desprecia a VOX  y desea pactar con los socialistas, no es de recibo. Ni mucho menos la solución.