La quietud

Publicidad

Mateo Marco Amorós / Nostalgia de futuro

Joaquín Marín / Fotografía

Resulta paradoja que un libro titulado «La quietud» nos provoque lo contrario. Como paradoja resulta que buscándose en él la definición entre otras de «Ser» se sugiera que somos cuando no somos, acaso «humus» o posceniza. Nos referimos al excelente poemario de Manuel García Pérez editado por Auralaria. Poemario que arranca con dos versos-preguntas donde la estadía que titula el libro se cuestiona como posibilidad, estorbada por lo que vemos y nombramos, sólo posible cuando no somos.

Si no fuera porque se ha frivolizado tanto sobre el pasaje shakespeariano diríamos que MGP en «La quietud» intenta responder al célebre soliloquio de Hamlet donde el «ser o no ser». Pero también donde el «morir es dormir» y «tránsito» y… Y también donde: «Cuando el que esto sufre, pudiera procurar su quietud con solo un puñal». Sí, ¡su quietud con solo un puñal! Pero MGP eleva y contemporiza la cuestión; «de la mano de Heidegger» como advierte Ana Mas de Sanfélix en el oportuno texto que prologa el poemario con mucho acierto al orientarnos filosóficamente.

No sé si fue sensato posponer para este verano la lectura de este libro. Este verano de fuego y de fuegos, de sequías, tormentas de granizo, noches sin confort y embalses a mínimos que serán sed, porque en el libro muchas preguntas explotan como minas de destrucción masiva. Preguntas que no siempre se responden. O sí. Quietud inquietud. Desasosiego hermoseado por las palabras labradas de poeta, camufladas en la engañosa inocencia de los versos. Pero confieso que vale la pena leerlo porque es lectura que no deja indiferente.

Sabíamos de la fatiga de los materiales. Que una viga si se cansa y no sostiene arruina el edificio. MGP nos plantea la fatiga de la lengua, como aprovechando el estertor de las palabras, exprimiéndolas para reivindicar el silencio. Otra paradoja que choca con nuestro ser occidental cristiano al no ser en el Verbo sino en el silencio. Y así se me pinta en el horizonte un lago espejo luminoso donde ni siquiera me veo porque todo es quietud. Porque como esas aves no seré «más sobre las aguas».

Sé el primero en comentar

Deja tu comentario

Tu dirección de correo no será publicada.


*