Te veo y me veo

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Mateo Marco Amorós / Nostalgia de futuro

Joaquín Marín / Fotografía

Te veo y me veo. Os vemos y nos vemos. Al móvil pegados. Y nos acordamos de que un día empezamos a plantearnos el dejar de fumar al descubrir en otros lo que seguramente otros descubrían en nosotros: que fumando fumando, parecía más que el cigarrillo succionaba de nosotros que nosotros de él. Así, viendo lo que parecía –o a lo peor era– fuimos abandonando vicio y placer. No nos arrepentimos porque esa imagen parásita se ha agudizado comprobando cómo muchas personas, por el cigarro, se consumen antes que el cigarro.

Salvando las distancias, lo mismo nos sucede ahora con los móviles. Lo advirtió el papa Francisco denunciado una paradoja, viniendo a decir que qué bien que los móviles nos acerquen a las personas que están lejos, pero qué lástima que nos alejen de quienes tenemos al lado. Entretenidos con lo que nos llega por cualquier red desde cualquier lugar por alejado que esté, enredados, ignoramos a quienes tenemos al lado. Atendemos lo distante mientras menospreciamos con indiferencia lo más próximo.

El genio burlesco de Quevedo compuso ese célebre soneto, riquísimo en exageradas comparaciones y metáforas, donde se hace burla de un individuo narigón –de «nariz superlativa», «sayón y escriba», «peje espada muy barbado», «reloj de sol mal encarado», «alquitara pensativa», «elefante boca arriba», «Ovidio Nasón más narizado», «espolón de una galera», «pirámide de Egipto»…– , poema en el que algunos eruditos ven espejo bufón contra Góngora, otros mero antisemitismo; poema en el que en el primer verso se presenta al personaje como «hombre a una nariz pegado». Así nosotros con el móvil: hombres a un teléfono pegados, dibujando escenas tristes en nuestra cotidianidad. Cuadrillas adolescentes en las que, ensimismados cada uno en su teléfono, no dialogan. Familias sentadas en un restaurante que, entretenidos cada uno en su teléfono, tampoco conversan. Abducidos por los celulares. Sin relacionarse con los de al lado. Atendiendo reclamos lejanos, ignorando a los cercanos.

Os vemos, nos vemos. Te veo, me veo. Y viéndonos, como reflejo, desearíamos atender más días sin móvil, como cualquier dos de marzo, contra esa pena de la distancia tan próxima.

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