Voz antigua que nos llama

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Mateo Marco Amorós / A cara descubierta

Joaquín Marín / Fotografía

«La iglesia de San Agustín de Orihuela necesita de una gran reparación; reparémosla pues y seamos dignos de nosotros mismos.» Esta afirmación y requerimiento son voz anónima publicada en el semanario oriolano «La Crónica» el veinticuatro de marzo de 1887. Esto es, hace más de un siglo.

«La Crónica» –»Semanario Enciclopédico» reza su cabecera– publicó entonces un artículo titulado «La iglesia de San Agustín» proclamando la necesidad de restaurarla por tratarse de una obra de arte y de un edificio útil para la comunidad. Así dice que San Agustín «es una de esas obras monumentales que debidas al talento y piedad de nuestros padres, debe conservarse a toda costa ya se considere como edificio artístico, ya se atienda al sagrado objeto de su destino, o ya finalmente se mire el inmenso servicio que presta.» Y con esperanza dirá que Orihuela está «interesada en conservar lo poco que aun le queda de sus pasadas glorias, y de su antiguo esplendor.»

Considerándolo «joya del arte» enumera rasgos de interés: magnífico templo de orden compuesto, novecientos ochenta metros cuadrados, tres naves –la central más elevada–, cúpula atrevida, elegantes arcos, valentía de sus bóvedas, esbeltas columnas, belleza de sus capiteles y cornisas, riqueza de sus detalles… Por ello insiste en no permitir «que la destructora piqueta del tiempo, y la culpable incuria del hombre lleven a cabo su destrucción y ruina.» Y recuerda el servicio que dicho templo presta atendiendo el culto dominical de muchos fieles vecinos; insistiendo en que no se destruya «uno de los templos más capaces y hermosos de Orihuela, templo que ya estaría inservible, sin el particular interés y sólida piedad de algunos buenos patricios moradores o no de ese barrio (…)». Aquí nombra a Agustín López y al sacerdote Benito Guillén que han empezado la reparación del pavimento y de la bóveda agrietada mediante suscripción encabezada por el obispo. Entonces Juan Maura Gelabert.

El artículo termina con lo dicho: Exhortando a reparar el templo. Hoy, San Agustín, arruinándose, ahí está demandándonos auxilio nuevamente. Lo del semanario es voz antigua que nos llama. ¡Por los siglos de los siglos!

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