Llega cuando las cámaras ya están encendidas y los equipos de emergencia agotados. Entre el barro y las promesas incumplidas, la Vega Baja exige gestión real, no fotos ni excusas
Carlos Mazón ha vuelto a Orihuela. Lo ha hecho, como siempre, cuando las cámaras ya estaban montadas y los equipos de emergencia llevaban horas trabajando. Pero los que conocemos esta tierra sabemos distinguir entre un mando real y una puesta en escena para tapar la incompetencia.
La Vega Baja no necesita fotos ni visitas exprés. Necesita ser escuchada y protegida. En la DANA de 2019, como presidente de la Diputación de Alicante, ni se dignó a pisar nuestra comarca. Durante la DANA en Valencia intentó justificar lo injustificable. Porque no fue un error técnico: fue un fracaso político y moral.
Ya nadie duda de que Mazón sabía lo que estaba ocurriendo. Los vídeos, los informes y los propios testimonios de Emergencias desmontan su coartada. Y ahora pretende que la gente olvide, pase página y mire a otro lado. Pero aquí, en la Vega Baja, no olvidamos.
Cada vez que llueve, revivimos las imágenes de 2019, de 2024, de cada promesa incumplida. Y cuando vemos a Mazón pisando barro con zapatos de charol, comprendemos que no ha aprendido nada. Que sigue confundiendo la emergencia con un plató y la gestión con un titular.
El presidente del Consell debería estar impulsando un plan serio de infraestructuras, como el Vega Renhace, revisando protocolos y garantizando medios. En lugar de eso, se dedica a limpiar su imagen mientras la ciudadanía limpia su casa después del agua. Su gobierno ha demostrado más interés en blindar su relato que en proteger vidas.
Mazón habla de “estar donde hace falta”. Pero estar no sirve de nada si llegas tarde y vacío. La presencia no sustituye la responsabilidad. Que no se engañe nadie: no hay liderazgo en quien solo aparece cuando el peligro ya ha pasado. Hay cálculo. Hay miedo. Y, sobre todo, hay una enorme falta de vergüenza política.


