En el oleaje de la luz y la sombra: A la espera de alguna luz

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Imagen: Joaquín Marín

Por Mateo Marco Amorós

Martes catorce de octubre de 2025, el mismo día en el que en Orihuela, en la Biblioteca Fernando de Loazes, se presentaba el libro A la espera de alguna luz, relatos escritos por Francisco Gómez, la adolescente Sandra Peña, en Sevilla, víctima de acoso escolar, harta, puso fin a su vida. Pocos días antes, en Valencia, en el popular barrio de la Fuensanta, en el sexto piso de un edificio de la calle Luis Fenollet, los bomberos encontraban el cadáver momificado de Antonio Famoso, jubilado. Desapercibido por todos, Antonio llevaba quince años muerto.

Sandra y Antonio, Antonio y Sandra podrían ser protagonistas de cualquiera de las diecinueve narraciones del libro de Francisco Gómez publicado por Platero y prologado por Juan Carlos Lozano. No en vano, en la reseña que le dedicó en Arte y letras de INFORMACIÓN, Eduardo Boix afirma que «Francisco Gómez es un autor que no puede dejar de ser periodista. (…) artesano de las historias cotidianas». Así es. Porque las historias que cuenta Gómez comprenden, la mayoría, mucha realidad.

La presentación del libro corrió a cargo del autor y de la voz poética de José Luis Zerón Huguet que con la lucidez que le caracteriza comentó los principales rasgos de los relatos, percibidos y analizados también y tan bien por Javier Puig en una reseña en MUNDIARIO. Presentación en la que Gómez, humildemente y demostrando mucho respeto por el escribir, esquivó el definirse poeta. Sin embargo, en sus narraciones –monólogos o epístolas– hay mucha poesía. No siempre la poesía se viste o materializa con versos.

«¿Cómo encontrar luz cuando todo parece oscurecer?» es la pregunta con la que se cierra el texto de la contraportada. Y en esa, más que aparente, patente agonía, sita en cada una de las historias, cabe casi siempre alguna luz anhelada, consuelo. Ya por resignación, aceptando la realidad, el sin remedio, donde incluso «la nostalgia –nos dirá Gómez– es un valor seguro contra la desesperación. El antídoto en los días de cierzo». Ya también porque cabe siempre la esperanza. Ese «no te hundas» que nunca se pierde. Esa luz, a la espera, esperada.