La última cena

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Mateo Marco Amorós / A cara descubierta

Joaquín Marín / Fotografía

La semana pasada aplaudíamos el espectáculo que el Aula de Danza Contemporánea de la Universidad de Alicante ofreció en el Auditorio Municipal Francisco Grau de Bigastro con motivo de la inauguración del Aula universitaria de la UA en la población. Espectáculo titulado «La última cena». Pero hay quien nos ha reprochado excesiva generosidad y jabón en nuestras palabras recordándonos que aquella «última cena» no fue una «última cena» normal. Porque una «última cena» con ocho comensales no es una «última cena» como Dios manda.

Es verdad: la «última cena» que vimos fue representada sólo por ocho artistas. El director, Carlos Peñalver, lo advirtió al principio. Nos dijo que el espectáculo que se nos ofrecía, libre en interpretación, estaba en la ocasión limitado de personajes por circunstancias diversas. Pero la actuación –insistimos– quedando la esencia, no desmereció. Y disfrutamos de mucho arte en movimiento de cuerpos, juegos de luces, humos y música. El que en esta ocasión sólo pudieran ser ocho los comensales en el ágape pascual no restó hermosuras. Al cabo, en el programa de la obra se dice que «todos somos uno y uno somos todos». Por lo que no ha de importar el número. El número es lo de menos.

Una «última cena» con ocho comensales puede que no sea una cena bíblica pero los danzantes transmitieron perfectamente cuadros de Pasión. Y el espectáculo gustó mucho. Licencias del arte y circunstancias. Con la «última cena» ya la lió Buñuel en su «Viridiana», censurada por irreverente, con aquel pasaje del banquete de los mendigos calcando el esquema escenográfico del cuadro «La última cena» de Leonardo da Vinci.

Y si es por número, el escultor Jorge Oteiza, en la fachada del Santuario de Nuestra Señora de Aránzazu en Oñate, esculpió catorce apóstoles en vez de los doce tradicionales. Los apóstoles, vacíos por darse a los demás, se representan aumentados en número. Algunas interpretaciones de la obra justifican la añadidura como fruto de la evangelización. Unos por menos, otros por más, siempre hay pejigueras que ponen pegas. Y esa obsesión por la precisión de los números les impide ver el arte.

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