¿Pabellón del Tháder, otra cagadita?

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Miguel Ángel Robles Martínez / Profesor IES Tháder

Ya hemos visto que no atender las necesidades y los consejos de los afectados puede resultar en una obra inadecuada, mal diseñada, poco funcional y peligrosa. La nueva pista del IES Tháder es un ejemplo. Ahora están construyendo el pabellón y vamos camino de otro esfuerzo fallido con el consiguiente derroche de dinero público que, a diferencia de lo que dicen algunos políticos, sí es de alguien, en concreto de todos nosotros.

Orihuela tiene un sistema deportivo obsoleto, disfuncional y anacrónico, con una falta clamorosa de infraestructuras de calidad y con ubicaciones poco adecuadas algunas de ellas, como el pabellón Bernardo Ruíz. No existe ninguna razón para que una instalación educativa no pueda ser utilizada por el resto de la población fuera del horario escolar; así como no hay argumentos para que una instalación pública municipal no sirva para mejorar el servicio a la comunidad escolar. De hecho, unir ambas funciones, supone ahorrar suelo, mantenimiento, personal y ganar en utilidad. Centros escolares y deportivos deben ir juntos siempre que sea posible y ubicados dentro de la trama urbana, de modo que los usuarios, sobre todo los niños, puedan acceder andando, sin necesidad de un oneroso transporte público ni condicionar la vida y horarios de los padres más de lo debido. Un niño o un joven debe acceder al centro deportivo de manera natural y próxima, como al parque y tener disponibilidad de servicios los siete días de la semana. Muchas conductas disruptivas o patológicas se reducirían o evitarían si nuestros hijos pudiesen tener un ocio físicamente activo más cotidiano.

Después de la cagadita de la pista exterior del instituto ahora vamos a desperdiciar la sala cubierta o pabellón, que nacerá insuficiente y no podrá dar el servicio adecuado ni al centro ni al resto de la población. Si no me equivoco tendrá 32 metros de longitud, lo que significa que no podrá ser utilizada para disputar partidos de baloncesto, ni oficiales ni clandestinos, y desde luego olvidemos el balonmano o el futsal. Ni siquiera podremos dar una clase de bádminton.

De este error también informamos al alcalde e intentamos hacer lo mismo con el concejal de deportes. Orihuela tiene déficit de pabellones, nuestro deporte languidece; los niños se merecen un esfuerzo educativo y de salud, especialmente después de esta pandemia que les ha robado meses de actividad física tan necesaria para su correcto desarrollo psicofísico. Además una instalación bien hecha apenas supone un poco más de gasto y sitio hay. Un buen pabellón garantiza multitud de experiencias motrices para los alumnos y un sinfín de actividades deportivas, lúdicas y recreativas de dinamización social. Podemos tener volcados a los jóvenes en tareas saludables y de cohesión social, enriquecedoras y motivantes o dejar que se sigan aburriendo en una ciudad que se preocupa poco por sus necesidades, con unos dirigentes burocráticamente abúlicos.

Ya les digo yo, el pabellón será muy bonito y muy inútil. Como somos muy ignorantes nos cuesta entender lo que afirma la ciencia: el cerebro da la impresión de ser el órgano humano que más se beneficia si llevamos una vida activa. Anders Hansen.

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