Por el derecho a ser niñas, también en el Thader

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Ayaan Hirsi Alí

Por Miguel Ángel Robles Martínez

El pasado día 24 de noviembre celebramos la ya tradicional carrera contra la violencia de género. Antes de dar unas vueltas por el parque Severo Ochoa, se lee un manifiesto, supuestamente, hecho por los alumnos. Hace un par de años era contra la barbarie que sufrían las niñas del cuerno de África y, en las emotivas palabras de los alumnos, no hubo ningún pronunciamiento respecto a la ablación de clítoris, la exclusión de la educación ni otras bestialidades que sufren las mujeres, allí sí, por el hecho de ser mujeres. Ni una sola palabra sobre Ayaan Hirsi Alí, siempre relegada de las mujeres dignas de mención, un ejemplo perfecto de la denuncia que, se supone, hacían, y de superación personal. Nacida en Somalia (el mismo cuerno de África, vaya), sufrió el fanatismo en carne propia. Literalmente. Su padre le impuso una boda, antes había sufrido mutilación genital, y se fugó. Acabó de diputada en Holanda. Su socio fue asesinado y ella, amenazada de muerte. Los aplicados alumnos en la teología woke, se limitaron a pintar un cuadro mental en el que España y los hombres que la habitamos pareciéramos furibundos y encarnizados matahembras y violadores.

Este año el torpe y cursi lema era: Por el derecho a ser niñas, y tampoco se acordaron de Ayaan, nunca lo hacen, pero sí de Beauvoir, así nombrada para no caer en micromachismo (como Kant al que obviamos el Inmanuel, pues todos sabemos quién es. Como Mario y Risto, dos grandes escritores). Se ve que en España negamos tal posibilidad a nuestras hijas de manera sistemática, metódica y planificada y buscamos su infelicidad, su desgracia y su marginación. ¿¡Cómo se puede decir esto sin sentir vergüenza, aunque solo sea intelectual!?¿Es acaso España un país maldito para ser mujer? Veamos: hasta el año 2018, según el Índice de Mujeres, Paz y Seguridad, realizado por la Universidad de Georgetown, uno de los más prestigiosos baremos del mundo, nuestro país ocupaba el puesto número cinco del ranking mundial. Es decir, si a una niña le daban a elegir dónde nacer, España era uno de los cinco mejores; podía contar con seguridad, protección, igualdad, libertad y, en general, cariño de su entorno así como una inclinación benévola de la mayor parte de la sociedad.

Este año, en el discursito, se han mezclado datos nacionales con mundiales sin matizar, se han denunciado abusos y usos sociales que nada tienen que ver con nuestra sociedad como si fuesen normales en la España de 2023 y se han citado autores de dudosa reputación, ensalzando frases, que son pura farfolla ideológica, como verdades científicas. Muchos alumnos se miraban desconcertados y se negaron a aplaudir.

Cuando se dice, citando a Simone de Beauvoir: La mujer no nace, se hace, deliberadamente se está induciendo a engaño. Si algo tenemos claro cuando analicen nuestros restos, de darse el caso, es que los arqueólogos sabrán que yo soy hombre o macho y tú, mujer o hembra. Y si mis hijas prefieren el fútbol, correr y jugar con sus primos a ejercicios violentos o apostar por carreras científicas o permanecer solteras y sin hijos, no por ello dejan de ser mujeres. Y en España pueden, de momento, decidir libremente sobre cada uno de estos aspectos. Y digo de momento, porque hemos dejado el quinto puesto en bienestar para las mujeres, por un poco decoroso puesto veintisiete; hemos perdido veintidós puestos en los últimos cinco años, seguramente gracias, en parte, a las políticas de la ex-ministra de Igualdad.

No voy a entrar en el análisis de otras frases, sería incidir en lo mismo, pero sí destacar que la autora de culto no soportaría la censura o, mejor dicho, la cancelación, a que el feminismo somete a gran parte de los actores públicos. La biografía de Simone de Beauvoir está plagada de sombras e ideas que, para muchos, no ayudan a que las niñas tengan derecho a ser niñas.

Afirma nuestra autora de cabecera que “si se invoca a la Naturaleza, puede decirse que toda mujer es homosexual por naturaleza“. Yo recuerdo de niño oír a mi padre ante los cultivados amigos de mi abuelo, imbuido de una fe sincera, que el hombre es fiel por naturaleza. Uno de los médicos allí reunidos hizo un aparte y le dijo: Manolo, no vuelvas a decir eso en público. Lástima que no estuviese Tucho, así le llamábamos, delante de Beauvoir cuando escribió semejante gilipollez para advertirla.

No quedan aquí sus proezas de activismo absurdo. Afirmó que la dictadura de Stalin y Lenin era el país más feminista del momento: “Es en la URSS donde el movimiento feminista adquiere la máxima amplitud”. Sería porque ambos, hombres y mujeres, eran sometidos al exterminio del Gulag sin distinción de sexo, o género, como debemos decir ahora según el nuevo catecismo.

Pero estos turbios personajes son capaces de superar toda abyección, así que además de defensora de una tiranía genocida como el comunismo ruso, puso su granito de arena como colaboracionista del régimen pronazi del Mariscal Pétain participando en radio Vichy. Es decir, que en mi centro parecen buscar la felicidad de las niñas poniéndola en manos de las ideas de una autora que odia a los hombres, que afirma que todas son homosexuales por naturaleza, que ensalza a los regímenes más asesinos y que, lo que faltaba, fue expulsada de la docencia por seducir a alumnas menores de edad, que al parecer compartía con su pareja, Jean Paul Sartre, en memorables tríos, y que defendió, junto a otros intelectuales, la remisión de pena para unos acusados de abusar de un menor de 15 años. Simone y Sartre, reclamaban el “reconocimiento del derecho del niño y adolescente a mantener relaciones con personas de su elección”.

¿Se te ocurre un mundo peor para tu hija que una dictadura, con ropajes de democracia, donde los adultos tengamos acceso carnal a los menores?

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