Por Mateo Marco Amorós
Si la satisfacción puede pintarse, Vicente López la pintó. La pintó en la cara de Matías Sorzano de Nájera retratándolo en 1840. Año paradójicamente en el que, derrotados los carlistas, Sorzano, fiel simpatizante de los perdedores, tuvo que exiliarse. Se exilió y pasado un tiempo regresó a su Orihuela adoptiva para continuar con sus pingües negocios y generosidades. Detalles precisos sobre su vida y obras podemos conocerlos en la documentada web Oriola vista desde el Puente Rusia de nuestro amigo Antonio José Mazón Albarracín, en la sección «Biografías».
Sobre las características del cuadro, José Luis Díez García, historiador del Arte especialista en pintura del ochocientos español y autor de una tesis sobre López, escribe: Sorzano «está retratado hasta las rodillas, sentado ante una mesa vestida, sobre la que reposan varios documentos y legajos. Viste levita y corbata negras, pantalón gris y un chaleco tostado rameado, asomando sobre la pechera plisada de la camisa el cordón de unos anteojos. De rostro afable, tenía 65 años cuando López lo retrató (…)». Además añade Díez, entre diversas características técnicas, que el cuadro prueba la capacidad del pintor para retratar a personas mayores consiguiendo «una impactante sensación de presencia vital en sus modelos de edad». Y…
¡Cierto! Sentí presencia vital, como si el retratado estuviera vivo y coleando, cuando visitando el Museo de Bellas Artes de Bilbao (Bilbao Museoa) me di de bruces con el cuadro. Disfrutando la sorpresa.
Cuando viajo siempre se me plantea la misma duda: la de si preparar concienzudamente el periplo documentándome sobre los sitios o… O ir improvisando las visitas sobre la marcha, dejando que las circunstancias marquen la agenda. E improvisando fue la última vez que estuve en Bilbao. Y allí, grata sorpresa, el retrato de Matías Sorzano satisfecho, vivo y feliz. Vivo y satisfecho cuando su palacio en Orihuela, Palacio Sorzano de Tejada, donde el Museo de la Fundación Pedrera, permanece cerrado. Donde… «Perdonen las molestias». Retrato, el de un palacio, muerto. Otro. Retrato de esas cosas que, mediando trámites, parece que van despacio. ¡Claro, de palacio! Retrato patrimonial muerto versus retrato vivo. Vivo, dichoso, el del cuadro.


