Con su cámara y una sensibilidad única, la creadora del proyecto “Alas de Luz” ayuda a transformar la pérdida en recuerdo
“Yo no fotografío la muerte, fotografío el amor”. Así resume Rocío Loino la esencia de su trabajo. Fotógrafa profesional desde 1998 y creadora del Proyecto Alas de Luz, Rocío acompaña desde hace diez años a familias que han tenido que despedirse demasiado pronto de sus bebés. Su misión: ofrecerles un recuerdo amoroso y respetuoso que ayude a sanar.
Un proyecto nacido del amor y la necesidad
El Proyecto Alas de Luz nació en 2015, impulsado por una vivencia cercana: unos amigos perdieron a su bebé y Rocío descubrió entonces “todo un mundo oculto con unas necesidades sin precedentes, a nivel sanitario, social y familiar”. La muerte perinatal —la pérdida de un bebé durante el embarazo o poco después del nacimiento— sigue siendo, en palabras de Rocío, “un tema tabú del que no se habla, se pasa de puntillas y muy rápido”.
Su trabajo consiste en ofrecer, de forma voluntaria, sesiones fotográficas a las familias que desean tener un recuerdo tangible de su bebé. “Es una experiencia devastadora y única. Muchas familias se quedan sin nada que poder ver o tocar. Estas fotos no son simples imágenes: son un puente hacia el amor, la calma y la despedida”, explica Loino.
El arte como acompañamiento en el duelo
Rocío ha convertido la cámara en una herramienta de acompañamiento emocional. “Cuando entro en un paritorio, me encuentro con una familia rota. Mi misión es sostener, no solo fotografiar. Trabajo desde el amor y el respeto, con movimientos y palabras muy cuidadas. Cada gesto cuenta, porque todo lo que ocurre en esos minutos se les queda grabado a fuego”, relata.
Además, mantiene un compromiso constante con la formación y el autocuidado: “Los profesionales que acompañamos el duelo necesitamos una formación adecuada y un trabajo interno profundo. No se trata solo de hacer fotos, sino de ofrecer presencia, calma y amor”.

De lo invisible a lo visible: romper el tabú del duelo perinatal
Hace apenas unos años, en muchos hospitales españoles no existía protocolo alguno ante la pérdida gestacional o neonatal. “Se intentaba tapar”, recuerda Rocío. “Las madres eran trasladadas a maternidad junto a otras mamás con bebés vivos, y se les decía frases como ‘eres joven, ya tendrás otro’. Nada de eso ayudaba”.
Gracias a la insistencia de profesionales comprometidos como Loino y al trabajo conjunto con asociaciones y comités de duelo, esta realidad comienza a cambiar. En abril de 2025, el Hospital Vega Baja implementó un protocolo oficial de atención ante la pérdida gestacional y neonatal, un logro que Rocío celebra como “un paso enorme hacia una atención más humana y respetuosa”.
Además, desde febrero de 2025, el hospital cuenta con la Cuna de Abrazos, una cunita refrigerada que permite a los padres pasar más tiempo con sus bebés fallecidos y crear recuerdos a su ritmo. “Era muy necesario”, afirma. “El duelo necesita tiempo, acompañamiento y amor”.
A lo largo de estos años, Rocío ha acompañado a decenas de familias, trabajando junto a hospitales, profesionales sanitarios y asociaciones. “Somos apenas tres o cuatro fotógrafas en toda España que hacemos este trabajo”, explica. “Pero cada historia deja algo en mí: una parte de su amor, de su tristeza, de su esperanza”.
Su labor también incluye talleres y charlas en hospitales para formar a matronas, enfermeras y ginecólogos sobre la importancia del acompañamiento y la creación de recuerdos. “Hasta hace muy poco, se recomendaba a los padres que no vieran a su bebé. Hoy sabemos, por estudios y por experiencia, que despedirse, verle y tener una fotografía es una herramienta esencial para sanar”.
Día Internacional del Duelo Perinatal y Neonatal
Mañana 15 de octubre se conmemora el Día Internacional del Duelo Perinatal y Neonatal, una fecha para dar visibilidad, respeto y acompañamiento a todas las familias que han perdido a sus bebés. Rocío lo vive como una jornada de reflexión y conciencia: “Este día es para recordar que el amor no desaparece con la muerte. Los bebés que no llegaron a nacer también existen, tienen nombre y lugar en la familia”.
Desde su estudio en Orihuela, Rocío sigue combinando su trabajo de retratos y fotografía familiar con el voluntariado en hospitales. “Mi proyecto se sostiene con mucho esfuerzo, pero con una recompensa inmensa. No hay nada más bonito que poder ofrecer a una familia un pedacito de luz en medio de tanta oscuridad”.
Su lema resume la esencia de su labor:
“La fotografía no es solo arte. A veces, es también amor, memoria y consuelo. Yo no fotografío la muerte. Fotografío el amor.”



