Por José Aix
Estoy emocionado. Los que mejor me conocen –también mis amigos en redes- lo saben: admiro profundamente a Rosalía. ¡Desde siempre! La de Pienso en tu mirá y Malamente, la que se acerca a Enrique Morente y a San Juan de la Cruz en Aunque es de noche, la de Motomami… Pero la de ahora, la que apareció en Callao y colabora con Björk en el avance de su nuevo disco, me tiene loco. Hasta ansioso, diría yo, por escuchar el resto temas.
Seguro que titular este artículo de la misma manera que el nuevo tema de la cantante catalana puede sonar pretencioso, pero debo reconocer que, desde que vi el lunes el videoclip de la cancioncita, no soy capaz de quitarme de la cabeza la retorcida idea de que Berghain es la Orihuela de VOX y PP. Sigan leyendo un poco, que quiero que me entiendan.
Ya cuando salió la provocadoramente monjil portada de Lux, nombrecito que con una x más aquí en la comarca es más satánico que sotánico, vi un primer guiño hacia nuestra tierra, siempre en el filo de la navaja entre la devoción y la distracción. ¡Y por ahí van los tiros! Porque, si lo piensan mientras pasan la plancha al cuello de sus camisas al son de los acelerados violines pseudobarrocos y el lirismo de la voz germánica de Rosalía, eso es lo que representan, respectivamente, Mestre y Vegara. Por un lado, la rectitud, la firmeza, los golpes de pecho, las banderitas, los uniformes, los himnos, la patria… Por otro, la frivolidad, la marcha mora, el marketing barato, la gaviota, el orgullo oriolano… ¡Viva España! ¡Viva Orihuela! Otilio y Pepe Gotera. Nada más.
Pero en realidad, como en la canción, es todo mentira. O una horrible verdad. No lo sé. Los unos, los de VOX, decían que venían a eliminar gastos superfluos y a acabar con los chiringuitos, aunque ahora tienen más asesores que nadie, subvencionan con diez mil euros a sendas asociaciones ultraconservadoras y tienen a una concejala tan desocupada que le sobra tiempo como vergüenza le falta para facturar también fuera del ayuntamiento a pesar de estar en régimen de dedicación exclusiva. Son estos los que rechazan la inmigración y votan a favor, quizás sin saberlo pues en ignorancia son los primeros, de ayudar a algunos colectivos de inmigrantes; como también Mestre y los suyos quieren prohibir la fiesta del cordero por considerar esta celebración un ataque a nuestras señas de identidad, pero luego promueven actos para celebrar el día del arte islámico o se hacen fotos con las vedettes de St. Patrick’s Day, que convendrán conmigo que rivalizan con la Virgen de Monserrate. Si les cuento que van a gastarse cincuenta mil euros en un Observatorio de la Opinión para intentar manipularnos, que de esto va el juego de esta gente, espero que empiecen a preocuparse.
Los otros, los del PP, decían que venían a bajar impuestos, algo que no solo no han hecho, sino que han triplicando la tasa de las basuras, han encarecido el impuesto de construcciones y promueven un catastrazo, entre mil otros atracos al bolsillo de cada oriolano. Contratan a un alto cargo afín que lejos de conformarse con los más de 80 mil euros que gana, quiere, también como Carmen Portugal con horas disponibles, en lugar de sonrojarse por haber perdido veinte millones del Plan Edil, ganar más.
En esta Orihuela en la que suciedad es directamente proporcional al número e importe de los sueldos repartidos entre amiguitos del alcalde, a escasos días de que este vuelva al juzgado, la alarmante pérdida de rumbo del gobierno local –si es que algún día tuvieron hoja de ruta- es tan preocupante que cada vez son más las voces que suenan para gritar desesperadamente ante un caos de tal envergadura. Así lo manifiestan los comerciantes, quienes se han dado cuenta de que su presidente había convertido a la asociación en un instrumento al servicio del Partido Popular; así se queja amargamente en sus últimas apariciones públicas el presidente de la Cámara de Comercio ante la pérdida de liderazgo de Orihuela; así lo censuran los empresarios del polígono industrial cuando les dicen que la subvención que estaban esperando se ha perdido por culpa de sus gobernantes. Pregunten también a las comisiones de fiestas, a los vecinos de la costa, a los de Los Huertos o a los del Paseo. Váyanse a las pedanías, a cualquier cafetería, a la puerta de cualquier colegio. Pregunten, pregunten. No está de más, ya puestos, que recordemos que es, sin embargo, en las urnas donde se habla de verdad.
Paradójicamente, en un mundo como el actual en el que parece valer todo, en el que gozamos de una libertad más aparente que real, lo más subversivo, lo más rompedor, es ahora reivindicar valores religiosos. Supongo que en Berghain Rosalía no hace otra cosa que reflejar esa sociedad contradictoria, ambigua, de luces y sombras, que ella es capaz de interpretar mejor que nadie. Claro que para reivindicarse como la mejor y regalarnos su nuevo trabajo, presentado este como un exquisito producto de marketing, ha vuelto a hacer lo de siempre: rodearse también de los mejores. Lástima que Vegara y Mestre no tengan el talento de la catalana, lástima que quienes les acompañan en su desgobierno no les vayan a la zaga en ineptitud.
Ya lo dice en inglés Rosalía en Berghain: “la única forma de salvarnos –en Orihuela, añado yo- es a través de la intervención divina”. Rezaremos más. Amén.



