Ampliación del Tháder: chapuza anunciada

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Miguel Ángel Robles

No sé si exagero, pero parece, según algunos cronistas de esta villa, que en la ya lejana batalla de Las Navas de Tolosa (1212) hubo infantes que portaban escudos y guiones blasonados con el lema: ¡Ampliación del Tháder, ya! Bueno, pues a pesar de tan fosilizada petición, las obras iniciadas en la zona deportiva son un cúmulo de improvisación, desorden, rutina e incompetencia. Dos años de semisecuestro por culpa del virus, con los niños y jóvenes confinados, alejados del juego, el aire libre y los amigos y, cuando vamos a estrenar la pista polideportiva, comprobamos que se cumplen todas las maldiciones de la desidia burocrática que preside la vida política. Hoy tenemos un espacio deportivo nuevo que nos hace añorar las viejas, obsoletas e incómodas pistas anteriores; además, curiosa paradoja, la ampliación reduce las instalaciones.

Nos derribaron el pequeño gimnasio sin causa aparente, ya que no favorecía la ejecución de las obras en que estaban centrados y sí añadía riesgos a las clases y recreos de los alumnos, dejándonos sin cobijo de la lluvia ni otros agentes atmosféricos y con un espacio residual donde desarrollar las clases de educación física. Y ahora, cuando nos las prometíamos felices, nos percatamos que no han tenido en cuenta ninguna de las necesidades que una instalación deportiva debe cumplir. No será porque les pille de nuevas. Mi compañero de departamento y yo mismo nos hemos desgañitado en consejos escolares, prensa, radio y hasta en misa para avisar a las autoridades de la inmensa oportunidad que la ampliación representaba para el instituto, la escuela de adultos y la ciudad en general. Resultado: el mismo que cuando le pedí a Florentino un puesto en el Madrid al lado de Benzema.

Conseguimos una cita con el alcalde que, muy atentamente, nos recibió nos escuchó y se olvidó; ya hizo más por nuestras demandas que el concejal de deportes. Ningún esfuerzo por parte de las autoridades municipales para hacer algo realmente útil y válido. En el margen derecho de la ciudad, la más nueva y pujante, no hay ninguna instalación deportiva municipal salvo el periclitado Los Arcos; aquí se podría haber construido un punto deporte para el centro y para todos.

El plan Edificant era una gran idea y una oportunidad, con buen criterio Valencia da el dinero y los municipios gestionan el diseño y ejecución de proyectos. Si yo diseño y ejecuto, ¿tan difícil es negociar con la otra administración las efectivas necesidades y cómo satisfacerlas? Eso es hacer política. ¿Se hubiera opuesto el gobierno valenciano a un acuerdo razonado, justificado, que no le supusiese mayor esfuerzo económico? No creo. Por no hacer caso a quienes tienen que utilizar esa infraestructura se han limitado a reproducir los rígidos módulos por número de alumnos que establece la Consejería de Educación, trufados de algunas ocurrencias woke, como los huertos escolares en un instituto rodeado de “alcasiles”, que han hecho que se desperdicie casi el 50% del espacio disponible para deportes. Y para más alegría, la pista es un desastre: resbala, reverbera la luz en el pavimento, no caben ni tres espacios diferenciados, ponen luces en medio para favorecer los accidentes de los alumnos, está rodeada de barro y chinarro que invade el pavimento haciéndola impracticable y con unas pendientes de drenaje más propias del Angliru que del modesto lecho del Segura, nuestro Tháder. Lo aviso ya, los postes de luz son un peligro grave de accidente, en fin, un desastre. Y anticipo que el pabellón que nos están empezando será muy bonito, pero también será una oportunidad perdida: nace pequeño y no por falta de sitio. Gracias por atender las demandas.

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