Artículo de opinión de Miguel Ángel Robles Martínez
Un grupo de madres ha emprendido una cruzada para que sus retoños tengan como lengua base el valenciano, es decir, que cuando se escolaricen, la lengua predominante en sus estudios sea el valenciano.
No es que en Torrevieja se hable mucho valenciano, no; ni tampoco que el alcalde pague a los negocios que promueven esta noble lengua como hace la alcaldesa de Valencia. No; simplemente que entienden que relegar el español en favor del valenciano aportará enormes beneficios a sus vástagos. Por cierto, el español es la lengua materna de la principal impulsora, licenciada en filología catalana, ahí es nada. De su magisterio podemos deducir que estudiar en español es menos ventajoso para los escolares de la ciudad de la sal. Nos ofrece, con entusiasmo de converso, las bondades de escolarizar a niños con lengua materna española (o en otras, pues Torrevieja es una Babel con escolares que hablan más de cien lenguas) en valenciano, pero no nos ha explicado de qué modo les perjudica la deplorable conducta de enseñar las primeras letras en lengua materna o en la oficial y mayoritaria a esos mismos niños. Debería alertarnos de las limitaciones que supone el español como lengua de aprendizaje para que los padres que han elegido la lengua equivocada rectifiquen.
Nos preguntamos si su tesis, que muestra como evidencia incuestionable, es válida sólo para los residentes en la ciudad de las habaneras o rige para toda la comunidad. ¿Es verdad que estudiar en valenciano aumenta las capacidades de los torrevejenses? ¿Eso es extendible a otras poblaciones o se trata de un influjo de la brisa marina salinera? Entiendo que, si para un niño que tiene como lengua materna el español es mejor estudiar en valenciano como idioma dominante, lo mismo será para un francés, inglés o ruso.
Para comprobar su justificación a tan meritoria iniciativa empecemos limitando daños; propongo que, además de en Torrevieja, hagamos la prueba en Galicia y País Vasco. Pidamos a los gobiernos autónomos que impongan como lengua base el catalán (usted dice que el valenciano es la misma lengua) y que el resto se lo repartan inglés, su propio idioma local y algo de español. Estoy convencido de que los discentes de Torrevieja y esas dos comunidades mostrarán una elevación de competencias en PISA que hará inevitable que la rancia Castilla-León, la lejana Extremadura, la risueña Andalucía o la fascista Madrid acaben asumiendo que los escolares deben iniciar los estudios en sus primeros días de cole en catalán. Esto va a ser una revolución que exportaremos al mundo como la Expedición del alicantino Balmis contra la viruela.
Para terminar, supongo que su afirmación de que valenciano y catalán son lo mismo se basa en contradecir la realidad histórica del mismo modo que retuerce el uso de la lengua. Como yo discrepo absolutamente, le expongo una cita de Torcuato Luca de Tena al respecto que me merece más crédito, es algo larga, pero muy jugosa: El canónigo de la catedral de Mallorca, Gregorio Genovar, se duele de que bien entrado el siglo XVI, la gran novela Blanquerna, del filósofo mallorquín Raimundo Lulio, no haya sido traducida todavía a la más culta de las lenguas romances de la España oriental, es decir, al valenciano. Y encarga de esta misión a un doctor en artes y teología de nombre Juan Bonbalij, más no por ser valenciano, sino por considerar que era el más experto conocedor de la obra liuliana de la época. El presbítero Juan Bonbalij era catalán de origen y de segundo apellido, natural de Queralt, hoy provincia de Tarragona. Cumple puntualmente el encargo que se le hace y publica la traducción al valenciano de Blanquerna, en Valencia, en 1552. Y en su prólogo dirigido al canónigo de la catedral de Mallorca que le encomendó la misión, le escribe estas esclarecedoras palabras: «…el cual libro ahora se ha traducido y dado a la prensa en lengua valenciana, según que, conociéndome apasionado de la ciencia luliana, me rogó tomara yo de esto el encargo aunque no sea docto ni muy limado en dicho idioma por serme peregrino y extranjero».
Aquí vemos con deslumbrante claridad que un ilustre catalanoparlante no sólo reconoce al valenciano la categoría de lengua independiente, sino que confiesa las extraordinarias diferencias existentes con la suya vernácula, hasta el punto de resultarle «extranjera y peregrina»
Por cierto, el Beato Llull no escribió en catalán Blanquerna, sino en mallorquín, que él denominaba vulgar, para comunicarse con los próximos menos cultivados. Con los ilustrados usaba el latín y también escribió en árabe, para cristianizar a la morisma. Ha llegado el momento de sumar a la lucha contra la inmersión obligatoria en lenguas regionales, que practican todos los partidos que han gobernado, la batalla contra el imperialismo expansionista del catalanismo que ha dejado sin lengua propia a baleares y valencianos. Propongo como primera medida eliminar la Academia Valenciana de la Lengua, una imposición de Pujol a Aznar para dejarle gobernar.
Termino citando de nuevo al autor de Los renglones torcidos de Dios: A un valenciano le resulta muy arduo aceptar que la obra de un Aussias March o que un Tirant lo Blanch no son glorias de la cultura y la lengua de Valencia. El siglo de oro lo fue del valenciano, no del catalán.


