Ximo Puig y yo mismo

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Artículo de Juan José Sánchez Balaguer |OPINIÓN 

Escribo estas líneas apresuradas hoy domingo, cuando por mi terraza acaba de salir el sol que baña la vetusta iglesia de San Agustín, y el agua desbordada del río sigue impidiendo que podamos salir de casa, en pleno centro de Orihuela. Y me vienen, inevitablemente, a la memoria los recuerdos del 87 –¡Dios, como pasa el tiempo¡- que me tocó vivir de forma muy diferente: mi mujer y mis hijos sin poder moverse del piso, porque el agua llegaba hasta la entrada, y yo mismo (junto a mis inolvidables compañeros) enclaustrado en la emisora, inmerso en la gratificante labor de hacer realidad la función esencial de servicio público que –más todavía en casos de catástrofe- corresponde a un medio de comunicación. Podemos contarlo con orgullo quienes pusimos voz, manos y corazón a disposición de los ciudadanos angustiados de la comarca. Allí, en aquella histórica ocasión, se consolidó Radio Orihuela como auténtica Voz de la Vega Baja.

Quiero huir de protagonismos porque el éxito que aún se recuerda por muchos- -fue de un joven y entregado equipo que se iniciaba en las lides radiofónicas y a los que, cuando aquello pasó, nos quedó algo que nada ni nadie nos podrá quitar jamás: la inmensa satisfacción del deber cumplido…Creo que no está mal recordarlo, treinta y dos años después de aquella tragedia.

Políticamente la historia se repite, con gobiernos de diferente signo: en la Generalitat preside un socialista y en Orihuela un popular. Personas distintas, pero los dos saben algo de esto: Ximo Puig gozaba entonces de la máxima confianza de Joan Lerma y Emilio Bascuñana, preocupado por su porvenir en la medicina, se estrenaba con sus amigos del Club Dacor y Cruz Roja en las movilizaciones pidiendo un Hospital y el encauzamiento del Río. Aquellas manifestaciones, y los acuerdos trenzados bajo cuerda entre los máximos representantes municipal y autonómico, sirvieron para que las cosas empezaran a cambiar y se atendieran las justas reivindicaciones de un pueblo. Valencia empezaba a darse cuenta de que “el Sur también existe”.

El tiempo –y la distancia- enfría los quereres. Pero, en estas, nos vuelve a sorprender la tragedia. Buena ocasión para el reencuentro. Excelente oportunidad para que la Vega Baja sienta de nuevo la solidaridad del cap i casal, por encima de partidismos. Porque la vuelta a la normalidad será larga. Tiempo propicio para que surjan los muñidores del desencuentro. Pero confío en que el instinto político de Puig –curtido, como yo, en el yunque de los medios de comunicación-, la renovada experiencia del templado Bascuñana y la innegable visión de Carlos Mazón (decisivo también en esta tarea, desde su atalaya provincial) demuestren su determinación para poner en marcha un auténtico plan integral que sirva para paliar los daños causados por este tremendo fenómeno atmosférico que ha vuelto a sembrar de dolor y angustia a toda una comarca. Si es así, si el interés general prevalece sobre otras cosas, vaya por delante nuestra eterna gratitud.

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