25 de abril

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Mateo Marco Amorós / Nostalgia de futuro

Joaquín Marín / Ilustración

Cosa que no debería ser pero es, que contemos la historia según nos va, lo demuestra la efemérides que, veinticinco de abril, recordamos. Porque mientras unos hablan y se lamentan de la derrota de Almansa, otros dicen victoria, celebrándola. El veinticinco de abril de 1707, en Almansa, las tropas austracistas partidarias del archiduque Carlos fueron vencidas por el ejército de los defensores de Felipe de Anjou. La batalla fue importante para determinar quién ocuparía el trono de España.

El uno de noviembre de 1700, el enfermizo Carlos II falleció dejando sin descendencia la monarquía hispánica de los Habsburgo. La diplomacia francesa había favorecido que en el testamento figurara como heredero Felipe, nieto de Luis XIV; pero la casa de Austria reivindicó la corona para el archiduque Carlos, hijo de Leopoldo I emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Ambas pretensiones derivaron en un conflicto civil peninsular, entre españoles, e internacional; que no se resolvería hasta 1713 y 1714 con la firma de los denominados tratados de Utrecht y Rastatt. Los bandos se configuraron respondiendo a la lógica de los intereses particulares de cada estado implicado y algunos, aun perdiendo, sacaron partido. Por ejemplo Inglaterra.

Del enfrentamiento también importó el modelo de Estado resultante según un pretendiente u otro. Con Felipe de Anjou, que será el beneficiado, primer borbón en el trono español, resultará un estado centralizado. Lo que para unos era modernidad y racionalización del ejercicio político, para otros será pérdida de derechos. Además, el conflicto peninsular resulta complejo porque no sólo fue lucha entre territorios sino entre estamentos. Así en Valencia donde la nobleza fue proborbónica –botifler– y el estado llano austracista –maulet–. Los términos botifler y maulet son calificativos que denuncian la mutua animadversión.

Conjeturar sobre qué hubiera sido de España de haber vencido el archiduque es un ejercicio de reflexión arriesgado. El catedrático Antonio Domínguez Ortiz afirmó que especular sobre lo que pudo ser y no fue es un ejercicio inútil para un historiador. Para nosotros puede ser una herramienta didáctica; pero si historiando fue lo que fue, fue. ¿La dificultad?, comprenderlo. Y si guerra, siempre lamentarlo.

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