Halloween o el modelo de ciudad

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José Aix /Portavoz Grupo Municipal Ciudadanos Orihuela y Vicealcade de Orihuela

No sé si motivado por la irreverencia de Queen, los encendidos diálogos entre don Juan y doña Inés que sonaron en el claustro de la catedral o, quizás, simplemente sugestionado por algún espíritu invisible de los que anoche danzaban por Orihuela entre nosotros, llegué a casa con la sensación de que debía dejar por escrito esos pensamientos inconexos que, como un fogonazo, me venían durante mi paseo ‘jalowinero’ por la ciudad con familia y amigos.

Aunque quizás no es más que un pretexto para insinuar otros temas que rondan mi cabeza, la controversia de periodicidad anual sobre si hay que celebrar Halloween o no -o que si es la performance de la noche del 31 de octubre una importación tan perniciosa como los limones de Sudáfrica- derivó en otras reflexiones fugaces que nada tienen que ver con la fiesta, pero sí mucho con nuestra forma de ver el pasado, el presente y el futuro de Orihuela. Entre macabros y previsibles disfraces de La casa de papel o El juego del calamar, pensaba que, de alguna manera, lo que funciona en Cultura es lo mismo que garantiza el éxito en Playas, en Educación o en Urbanismo, pues, en esencia, la gestión no es más que la consecuencia última de una forma de pensar, de percibir la realidad. Pensaba en el PEOPCHO, en la zona 12, en las bondades de iniciativas como la de ayer para la hostelería, en el color que dan a Orihuela las terrazas de los bares, pensaba en que urge habilitar aparcamientos disuasorios… En mil cosas.

Ávidos de normalidad después de tanto tiempo de restricciones, la ciudad se llenó de gente de todas las edades sin más pretensiones que recuperar el tiempo perdido en este año y medio de pandemia. Como el reo que sale de prisión rendido a los encantos de la libertad o el escritor del XIX que huye de la rigidez neoclásica, los oriolanos se echaron a la calle a disfrutar de las actividades que la Concejalía de Cultura había previsto para cerrar el décimo mes del año: talleres infantiles terroríficos, un concierto de rock y la cuarta edición de La Noche de las Ánimas. O lo que es lo mismo, en unas pocas horas, con absoluta naturalidad y desde el máximo respeto, niños y mayores convivieron haciendo caretas de monstruos, recordando a Freddie Mercury, escuchando los versos de Zorrilla y Lezama Lima, descubrieron un sombrío relato de Washington Irving o el fúnebre texto de Pardo-Bazán de El oficio de difuntos. Lejos de alimentar el debate entre lo autóctono y lo importado, entre lo esencial y lo sobrevenido, el equipo de Cultura, con Mar Ezcurra a su cabeza, vuelve a acertar en un complejo ejercicio de funambulista, siempre empeñada en revindicar lo que somos, pero abierta y receptiva a otras necesidades y a otras inquietudes, como así lo ha demostrado tantas veces: la defensa del colectivo LGTBI, el próximo homenaje a Amado Granell, la reivindicación de la figura de Maruja Mallo o su Noche de los Museos son, sin duda, claros ejemplos.

Y en eso, en esas dualidades entre el avance y la contención, el conservadurismo y la rebeldía, entre el riesgo y la prudencia, la modernidad y lo clásico, tradición y ruptura, lo propio y lo ajeno son en las que debe moverse una Orihuela que debe vivir el presente poniendo en valor su pasado, pero mirando con descaro el futuro. Esto es lo que estamos haciendo cuando habilitamos una playa para mascotas y otra para la práctica de surf, es lo que buscamos cuando nos sentamos a regular el uso de los vehículos de movilidad personal e iniciamos la incorporación de carriles-bici al entramado urbano y es con esa actitud desafiante, conscientes de que no hay peor urbanismo que el que no se hace o el que se refugia en la quietud para no tomar decisiones, con la que debemos abordar definitivamente la reflexión sobre un casco histórico que agoniza por exceso de protección y sobre el crecimiento de la ciudad más allá de las vías del tren. Reflexiones de una noche de Halloween… ¡O de las Ánimas!

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