Es cierto, somos unos privilegiados

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Antonio Carlos Molina Delgado
Director del Colegio Jesús María de San Isidro

Estos días, a raíz de las supresiones realizadas a algunos colegios concertados, he estado leyendo varios artículos en los que da la sensación de que defender los argumentos en contra de los recortes, se ha tomado como atacar a otros sectores educativos. Y entonces se han contado los muertos de dos bandos, como si esto fuera una guerra educativa. Y se ha  hablado bastante de los privilegios de la concertada.

Y de eso quiero hablar, para afirmar que, efectivamente, considero que en mi colegio, Jesús – María de San Isidro, somos unos privilegiados. Porque para nosotros es un privilegio tener a un alumnado que encuentra sus posibilidades de promoción social y educativa gracias a disponer de un colegio entregado a él en su propio barrio. Es un privilegio educar a niños que son modélicos en su convivencia pese a los diferentes orígenes (culturales, educativos, económicos), nacionalidades, religiones o etnias. Alumnos felices, que quieren a su colegio con el que mantienen vínculos afectivos durante el resto de sus vidas, viendo el enorme número de madres o padres que son antiguos alumnos.

Es un privilegio tener a las familias que tenemos, comprometidas con nuestro estilo educativo, que encuentran en el colegio su espacio para colaborar, para participar, para convivir. Tan comprometidas que son capaces de luchar cada día por sacar adelante a sus hijos, de salir a la calle a defender lo que consideran su derecho. Familias que cantan o bailan juntas, sin mirarse unas a otras si son musulmanas o católicas, árabes, payas o gitanas, que tienen su propio taller del bienestar, bajo la dirección y guía de una profesora o que entran a leer en clase con sus hijos, independientemente de su estrato social, condición económica o nivel de estudios.

Y por último, es un privilegio tener un profesorado tan comprometido como el de nuestro colegio. Un profesorado que, en contra de lo que por ahí circula, se siente feliz con su trabajo, precisamente por el privilegio de trabajar con el tipo de alumnado con el que lo hace. En un colegio con más de un 30% de alumnado con necesidades de compensación educativa (por ser de instituciones de protección del menor, por pertenecer a minorías étnicas en situación de desventaja social, por residir en zonas social, cultural o económicamente desfavorecidas) y un 22% con necesidades educativas especiales, su profesorado siente que no puede perder el tiempo en quejas que disimulan una profunda falta de vocación, algo que precisamente se les desborda por todos los poros de su piel de educadores. Un profesorado que ha hecho suya la defensa de una escuela inclusiva. Por cierto con más coherencia que algunos de los que, sintiéndose agraviados, han salido en defensa de la escuela pública como profesionales de la misma, pero que como padres prefieren la concertada, o la pública, pero solo si es de «clase alta».

Así que, todas estas regalías sumadas, nos hacen sentirnos, efectivamente, unos privilegiados y claro que nos cuesta asumir que nos supriman algunos de esos privilegios. Y claro que nos manifestamos y luchamos por conservarlos. Porque queremos seguir perteneciendo a esa élite ciudadana.

Y a quienes preguntan dónde estaba la concertada cuando les recortaron a la pública solo un consejo: busquen en las actas del Consejo Escolar Municipal de Orihuela y verán qué fácil es encontrar el apoyo unánime concertado a las alegaciones presentadas en dicho Consejo en contra de los recortes que se hicieron a la pública. Ahora no ha existido esa reciprocidad, y ningún representante de la pública ha querido apoyar las alegaciones a favor de Jesús – María de San Isidro, que ha sido el colegio al que más aulas se le han recortado de toda la Comunidad Valenciana. 

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