Vacío de credibilidad

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Mateo Marco Amorós / Nostalgia de futuro

Joaquín Marín / Fotografía

El hispanista John H. Elliot en su libro España y su mundo, 1500-1700, concluye de manera magistral el capítulo octavo dedicado al poder y la propaganda en la España de Felipe IV. El historiador, refiriéndose en concreto al valido del rey, refiriéndose a Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar, conde-duque de Olivares, escribe: «El destino de Olivares mostró con qué facilidad podía abrirse una sima entre la retórica y la realidad, y si su régimen se aproximó a desarrollar modernas formas de propaganda, pagó un precio no menos moderno al caer en un hoyo en su propia excavación, conocido hoy como el vacío de credibilidad».

Sima, hoyo entre la realidad y la retórica, es lo que algunos políticos cavan día a día al contraste de sus decires –promesas– y sus quehaceres –hechos–. Decir al público una cosa sugerente para no cumplirla o, aún peor, para hacer lo contrario, es vaciar la credibilidad personal. A espuertas. Habrá quienes no les duela el abuso político del «donde dije digo, digo Diego» pero comprometer la confianza, tarde o temprano, tiene consecuencias nefastas.

Atribuyen a Esopo la popular historia de aquel pastor que divirtiéndose a costa del compañerismo de sus paisanos, abusando de él, lo perdió. Y al perderlo sufrió la desgracia. El pastor, cada vez que gritaba «que viene el lobo» sin venir, acudiendo solidarios los vecinos en su ayuda, reía la burla. Una y otra vez concurrían sus paisanos hasta que se cansaron. Y no creyéndole cuando fue verdad, viniendo el lobo perdió parte del rebaño. En algunas versiones el pastor se llama Pedro, en otras Juan. Juan o Pedro, Pedro o Juan, abusando de la mentira se pierde la credibilidad.

Los psicólogos hablan del síndrome de Pinocho, mentirosos patológicos que mienten sin intención predeterminada; y aun conscientes de que mienten, no lo pueden remediar. Incluso terminan creyéndose sus mentiras. Pero también están quienes, cínicos, mienten a propósito para, engañando, conseguir beneficio. Aquí es donde la propaganda juega un papel fundamental. Pero la contradicción, la mentira, son palas que socavan hondo el hoyo donde sepultamos nuestro crédito.

1 Comentario

  1. Muy bien traido en los momentos previos a las próximas campañas electorales que se avecinan. Por estas tierras de La Montaña suele decirse en este sentido:
    Prometer y prometer hasta meter pero, una vez metido… Nada de lo prometido.
    Una lástima que se haya «normalizado» la mentira

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