Bárbaros no tan bárbaros

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Mateo Marco Amorós / A cara descubierta

Joaquín Marín / Fotografía

Aunque los romanos bautizaron como bárbaros a los pueblos extraños al Imperio y el calificativo bárbaro denota fiereza, crueldad, arrojo, temeridad, incultura, grosería, tosquedad… Ni extraños ni salvajes. Vista en Orense la exposición IN TEMPORE SUEBORUM, «En el tiempo de los suevos», el estereotipo incivilizado no tiene razón. Al cabo fueron pueblos migrantes que algunos instalándose primero en las fronteras del Imperio Romano, incluso pactando como pueblos federados, vivieron un proceso de aculturación. Y desde las fronteras fueron penetrando y asentándose en el decadente imperio. Hablamos de aculturación pensando que estos pueblos se romanizaron pero la aculturación fue mutua. Fue sincretismo, mezcla. Y la mezcla, riqueza.

La exposición bajo el subtítulo «El tiempo de los suevos en la Gallaecia (411-585). El primer reino medieval de occidente» se ha distribuido en tres sedes de la capital gallega: En el Centro Cultural Marcos Valcárcel, en la Iglesia de Santa María Nai y en el Museo Municipal. Lo expuesto –joyas, ajuares funerarios, monedas, esculturas, fíbulas, sarcófagos…– destruye el tópico bárbaro. Hay piezas bellísimas. Y modernas en el sentido de que hoy aderezarían bien nuestros cuerpos. La muestra, frente a la visión violenta y ruda de estos pueblos, nos aporta unos valores estéticos propios de sensibilidades exquisitas. Así que bárbaros no tan bárbaros. O sí. Porque el diccionario también dice de bárbaro aquello que es grande, excesivo, extraordinario. O excelente, llamativo, magnífico.

Edward Gibbon en su «Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano» escribió: «Durante el reinado del emperador Caracalla, apareció por las orillas del Mein un innumerable enjambre de suevos, que amenazaban a las provincias inmediatas en pos de provisiones, saqueos o nombradía. Esa hueste de voluntarios paulatinamente creció hasta formar una nación grandiosa y permanente, que, puesto que se componía de diferentes tribus, finalmente se llamó alemanes (alemanni), o todos los hombres, para denotar a un tiempo su diverso linaje y su común valentía.»

Nación «grandiosa y permanente» aquella, reino grandioso y permanente el gallego durante casi dos siglos. Hasta que fue conquistado por el visigodo Leovigildo. La conquista no eliminó su legado. En la exposición lo hemos visto vivo.

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