Gobernabilidad, Ciudadanos y la ceguera del poder

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Berbabe opinión
Karlos Bernabé
Concejal de Cambiemos Orihuela
 

Decía Terry Eagleton que sólo hay una cosa peor que tener una  identidad, y es no tener ninguna. En el terreno institucional quizá sólo haya una cosa peor que tener un mal proyecto de gobierno, y es no tener ninguno. Estos días se confirmaba un nuevo paso en el «acuerdo de gobernabilidad» local entre PP y Ciudadanos. Una alianza que no es más que una transacción: estabilidad a cambio de poder. El PP  compra la mayoría absoluta que las urnas no le dieron, al tiempo que Ciudadanos accede, como proyecto empresarial, a los espacios de poder municipal.

Lo cómico del asunto, sin embargo, es que el portavoz de Ciudadanos ha despejado toda opción de gobierno alternativo al PP alegando que el problema no son «los socialistas» sino Cambiemos Orihuela por no querer participar en un gobierno del que formase parte Ciudadanos (¿deduzco que «los socialistas” si gobernarían con López-Bas?, ¿tendrán algo que alegar?). Resulta llamativa la «flexibilidad política» del señor López-Bas, capaz de pactar con el PP de Pepa Ferrando, el de Emilio Bascuñana y, mientras tanto, lanzar un guiño a su izquierda dando a entender que, si Cambiemos quisiera, podríamos gobernar juntos. Esta capacidad de Ciudadanos (nacional y local) de gobernar con cualquiera no es síntoma de tolerancia, sino de ciega sed de poder.  A veces, irse a la cama con cualquiera, no es síntoma de «poliamor», sino de desesperación.  Cambiemos Orihuela nació como un proyecto transformador de la política y economía municipal, mediante el desarrollo de otro modelo de ciudad. Ello implicaba cambiar los patrones de desarrollo, defender y recuperar los servicios públicos o proteger a los sectores más perjudicados por la crisis, como parados, jóvenes o pequeños comerciantes. Todo ello, además, reinventando los cauces de participación democrática y cambiando la forma de entender el papel de los gobernantes, empezando por bajar los salarios y siguiendo por transformar la propia institución municipal.  Ya  antes de la campaña, pero especialmente durante estos meses, ha quedado claro que Ciudadanos y Cambiemos Orihuela representan proyectos antagónicos. Ello sin olvidar el origen y financiación de cada uno de nosotros: unos nacemos de la ilusión de las calles, otros de las «alcantarillas» urbanas.

El poder ha de entenderse como un medio para cambiar la realidad, no un fin por sí mismo. Ello no implica que no estemos dispuestos a negociar, asumir limitaciones o llegar a acuerdos con formaciones diferentes. Pero una cosa es aceptar contradicciones y otra vivir en una contradicción permanente. Reflexionando sobre cómo alcanzar el poder, un personaje de The Wire espetaba a otro que los principios tenían que ser flexibles como una rama, pues si no se doblan, el viento los parte. El otro respondía que quizá fuera cierto pero «cuando se doblan demasiado, es que ya están rotos». En Cambiemos Orihuela no tenemos ningún problema en doblarnos en nombre del progreso, pero no pensarnos partirnos en la búsqueda ciega de poder.

Desde mayo hasta ahora, Ciudadanos ha pasado por una «esquizofrenia particular».Primero acusaron  falazmente a Cambiemos Orihuela de pretender facilitar el gobierno al PP (algo que no se sostiene); tres semanas después, López-Bas tendía la mano a Bascuñana, poniéndose a sus pies en el pleno de investidura; en julio pactaron una subida de sueldos, y por último llegó a la firma de un pacto de gobernabilidad cada vez más profundo. Esta alianza es, por otra parte, perfectamente lógica. Al fin y al cabo Ciudadanos representa un proyecto empresarial para nuestro municipio barnizado de un cierto progresismo estético. Nuevo maquillaje para viejas políticas. Mientras, por su parte, el PP encarna a esa Orihuela señorial de foto y postín cuya unica respuesta a la crisis urbana es la política asistencialista de ONG y las fiestas de caridad en los campos de golf.  Orihuela señorial que un domingo predica La Biblia en misa mientras los lunes financia a los mercaderes del templo, lava las manos de Pilatos con dinero público, y reniega de cualquier igualdad cristiana. Dos partidos que quieren gobernar nuestra ciudad como quien gobierna una empresa que lava su imagen con pequeñas dosis de obra social.

Así las cosas, cabe extraer dos lecciones de la alianza PP-Ciudadanos. La primera es que «gobernabilidad» no siempre significa «buen gobierno» (de hecho en este caso es todo lo contrario). La otra es que, por muchas vueltas que demos, en el pleno de Orihuela existen, al menos, 15 concejales de signo ideológico muy similar. Por tanto, en 2019 no podemos intentar lograr con malabarismos institucionales aquello que no construyamos con transformaciones sociales. Tenemos 3 años para seguir cambiando la base social, construir espacios comunes, y hacer un asalto democrático a las instituciones para gobernar Orihuela sin vender el alma a nadie.

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