Uno de aquellos…XXXI

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Amores que matan

Amores que matan

Mateo Marco Amorós 
 

En 1911 José López Pinillos, alias Parmeno, publicaba «Las águilas. De la vida del torero»; una novela donde plasma con maestría el mundo de los maestros de la tauromaquia dentro y fuera del ruedo. En una de las escenas, un torero se violenta contra una mujer de nombre Salud: «El matador dio un grito, y levantando el brazo se aproximó a la mocita con iracunda rapidez; pero un gemido de Salud, que se cubrió los ojos con la diestra, sin defenderse, le contuvo, y el brazo amenazante no llegó a golpear. Ni se miraron, ni encomendaron a la palabra la misión de traducir sus sentimientos. José dejó escapar una risilla desdeñosa e irónica; Salud ahogó unos sollozos… Y no volvieron a hablarse.»

La escena contiene la tensión de la violencia. De cuando lo bestial se impone. En el caso, la agresión finalmente no ha sido. Pero aun sin ser, se palpa el miedo y la vejación del instante crítico. Esos sollozos ahogados y temor de la mujer, frente a la «risilla desdeñosa e irónica» del hombre, denuncian un calvario. No ha habido golpes pero se atisba que cuando se quiera puede haberlos. Es la sumisión al miedo. Es el miedo.

En el mismo libro, Parmeno recoge un piropo atroz. Un bruto enamorado dice a la mujer querida: «argunas beces te quisiera matá pa estarme luego toa la bida yorando por ti.» Es la versión esperpéntica del «la maté porque era mía.»

«La maté porque la amaba / la maté porque era mía» cantaban los Platero y tú. Al respecto del triste dicho, Eduardo Galeano escribió: «Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo.»

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