Vaciando el aire de las caracolas…LXXIII

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Brindis 12may2014

Brindis

Mateo Marco Amorós
 

Ramiro Galante, que en junio de 1927 ya había firmado una vista titulada «Desde el Seminario» para responder desde Barcelona a la encuesta del periódico orcelitano «El Pueblo» sobre la vista más bonita de Orihuela, vuelve a colaborar con un escrito titulado «La de mi brindis» –véase «El Pueblo», 169, 14.07.1927–. No obstante, el ejemplar que consultamos lleva manuscrito sobre ese título impreso, a modo de corrección, «Mi patria chica». Esto entre otras correcciones manuscritas como la que pone R.G. donde dice, impreso, «Ramiro Galante». A saber.

En esta nueva colaboración, Galante se recrea contándonos que hace días que soñó que asistía a un banquete en cuya tarjeta de invitación se obligaba a los asistentes a brindar por una población. Y que asistiendo al banquete, llegado su turno, sofocado por considerarse novato, nervioso, levantando la copa, ofreció su brindis a Orihuela: nueve redondillas y dos cuartetas precedidas por una serie de nueve versos también octosílabos, algunos rimados entre sí, que no responde –que sepamos– a ningún tipo de composición concreta, pero sí a un nido de tópicos típicos de aquella poesía propia –nunca mejor dicho por lo que se verá– de Juegos Florales: «Yo, brindo por Orihuela / la de olorosos jazmines; / la que da más lindas flores; / la que en sus bellos jardines / de deslumbrantes colores, / sus mujeres, son las flores / más hermosas del vergel, / puras como la azucena, / y esbeltas como el clavel.»

Esto, la introducción. Luego, la sucesión de seis redondillas, una cuarteta, tres redondillas más y otra cuarteta al final. Todas las estrofas refiriéndose con elogios a Orihuela. Por ejemplo, la primera de las redondillas dice: «La de los cañaverales / con verdor de terciopelo; / la que levanta hasta el cielo / sus típicos palmerales.» O… «La del Sol esplendoroso; / la de la luna de plata / que entre sus aguas retrata / el Segura rumoroso». Y… «La que en enhiesto castillo / de carcomidas almenas, / de las armas agarenas / nubló, para siempre, el brillo.» O… «La tierra de mis quereres; / la ciudad más española, / donde nació la Armengola, / espejo de sus mujeres.» Y… «La que ciñe su cintura / y se sujeta el sayal / de su huerta sin igual / con la cinta del Segura.»

Así hasta llegar a la cuarteta final que sirve al autor para sellar el imaginado brindis: «Prosperidad al cielo pido / al libar en la champaña / para el rincón más florido / de los jardines de España.»

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