Uno de aquellos…XII

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Cruzar el cielo

 Cruzar el cielo

Mateo Marco Amorós
 

Entre las corrientes geográficas que nos interesan está la de la geografía de la percepción. En 1960 el urbanista y escritor estadounidense Kevin Lynch, en su obra «La imagen de la ciudad», se interesó por la percepción subjetiva de la realidad urbana demostrando que la imagen de la ciudad varía dependiendo de quien la observe. Así, una misma realidad se aprecia de diferentes maneras. Quien dice la ciudad en particular, dice el medio natural en general.

Ada Soriano ha presentado un nuevo poemario: «Cruzar el cielo». La presentación fue un diálogo entre la autora y el poeta José Luis Zerón. Previamente Zerón nos describió los valores del libro enumerándolos en un decálogo fundamentado. Esto con la solemnidad que en nuestra cultura posee, por el peso del decálogo mosaico, todo decálogo.

Por deformación profesional –por esto nuestra referencia a la geografía de la percepción– nos han interesado especialmente dos poemas recitados por Ada en la presentación en una grabación delicada en la que nuestro colega Jesús Zerón ha prestado sus saberes técnicos y sus sensibilidades musicales. Dos poemas que describen –sin nombrarlas– dos ciudades. Ciudades que se evidencian en los versos: Benidorm y Granada. Benidorm en «Viaje»: «A los pies de sus playas, altos edificios compiten. / Gigantes, moles futuristas creadas por la mano del hombre. / La geometría de un rombo asciende lenta y saluda. / Una cúpula de cristal resplandece: / punta de estrella entre dos torres, / campana que no emite sonidos.» Granada en «Una ciudad del sur»: «Las calles delgadas todavía conservan / sus placas con nombres árabes. / La puerta del paraíso está abierta: / una ciudad sometida a otra ciudad.

Pero además de estos dos poemas –hasta diecinueve–, poemas en verso largo que predominan en el libro, nos emocionó «Vuelta». Quienes hemos vivido las dolencias de nuestros padres en un hospital nos podemos ver en los versos de «Vuelta», versos que emocionan –yo he llorado– y que nos traen un rasgo propio de la poesía de Ada: lo íntimo. Lo íntimo compartido, abierto en canal, negro sobre blanco en el surco de los versos. Entonces… Que nadie haga daño a los poetas.

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