A propósito de…LXXXII

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No hay adjetivo que lo califique

Laura F.

Hace algunos días comenté que era ya muy mayor para escuchar tonterías, ver torpezas y comprobar el grado de vileza humana. Me recuerda   la fábula de Esopo, la del lobo que se disfrazó con piel de oveja para satisfacer fácilmente enorme gula. Eso es lo que oigo y veo todos los días. Espero con ansiedad las noticias por ver si a alguien se le ha removido las entrañas y ha tomado alguna decisión justa, solidaria, digna y de sentido común.

¡Algo! Si quiera algún gesto que me permita seguir luchando. Pero nada. Siempre lo mismo, la cháchara de siempre, sin llegar a ninguna parte. Y si me quedaba en la caja, como a Pandora, la esperanza…también se me acaba. Porque asumo que un político pueda, no mentir, pero sí disfrazar la verdad; puedo aceptar que hayan tiempos malos y que debamos ajustarnos; puedo asumir la corrupción como algo que va inserto en el ser humano, aunque si tiene un mínimo de dignidad y honradez, no; Puedo, puedo, puedo,…muchas cosas.

¡Pero con lo que no puedo es que me llamen idiota, que me hagan comulgar con ruedas de molino, ante situaciones sangrantes! Esta semana dos cosas han hecho que me revolviera y haya decidido a escribir sobre dos temas que me corroen las tripas. Sé que no tiene ninguna repercusión. ¿Quién me va hacer caso? ¿Quién soy yo? Nadie. Una persona apenas conocida en mi entorno, una simple maestra, una sencilla ciudadana que, dirán ustedes; ¡Qué sabrá esta! Pero sé. Se del daño y las consecuencias que supone estas dos circunstancias para un niño. Sé  lo indefensos que están ante adultos depravados, desaprensivos, deleznables. Sé que esos niños sufrirán las consecuencias de experiencias tan duras que, posiblemente, jamás las puedan superar. Y me hace sufrir por impotencia, por rabia, por responsabilidad y por vergüenza. Ya lo dijo mi JEFE, que quien atentara contra un niño, más le valiera atarse una rueda de molino y tirarse al mar. ¡Pues cómo estaría el mar! Pero si no se puede evitar la perversión, más duele cuando los que se llaman a sí mismos “servidores”, a esos, ni picados en la máquina de un carnicero pagaban.

¡Esos tiene mayor responsabilidad! Los pederastas dentro de la propia Iglesia, esos, deberían ser expulsados hasta del planeta. Las secuelas psicológicas jamás se borran. Ese daño es de por vida, de un dolor que arrastrarán hasta su muerte. ¿Qué peor enfermedad puede haber que la de la mente? Por otro lado, esas mentes también pueden ser dañadas por falta de alimento, por desnutrición, por tristeza de no poder comer si quiera. Los primeros años del desarrollo de la mente de un niño son clave para que puedan asimilar lo que tienen aprender. ¿Qué pasa cuando un niño come una sola vez al día? ¿Y si no come?

Dónde están los nutrientes para que sus mentes crezcan bien y tengan un desarrollo adecuado. Existen en los centros escolares alumnos que no pueden pagar si quiera el euro para el comedor. ¿Y aún preguntan desde Consellería, por qué no asisten los niños al comedor es colar…? Porque no tiene el euro, 1 €, para pagar la comida. ¡¡¡¡PORQUE NO LO TIENEN!!! Uno sólo de los críos que no puedan, ya es doloroso. Me dirán que ocurre lo contrario, que se les da la beca de comedor a otros y que no la aprovechan. Es verdad. ¡Pero me pregunto de qué sirve tanto baremo, tanto papeleo, tanta puntuación y tanta leche!

La realidad no se ve desde un despacho, sino a pie de aula, sabiendo de los problemas de cada uno, todos los días. Sólo veo recortes dónde no debe de haberlos y mala gestión, malas decisiones y mucho papeleo para nada. ¡Y venga papeles! ¡Y venga datos!   ¿P´a qué? ¡¡P´a na!! ¡Y tener que oír que estamos haciendo todo lo que podemos! Si quieres hacer todo lo que puedes, te bajas el sueldo, tú y todos los que coméis a costa de los ciudadanos, y lo donáis a los comedores escolares y sociales. ¡¡Coño!! Quiénes vemos pasar penurias, sí hacemos todo lo que podemos, aunque nos bajen el sueldo hasta los tobillos. No puedo quedarme callada. No debo, si quiero ponerme delante de un crucifijo. Todavía me queda la suficiente conciencio como para patalear con mi humilde voz. No puedo hacer más. ¡Pero ya está bien! ¡Ya está bien! Si no es para evitar el sufrimiento a los críos, no id por la calle, de salid en los medios con cantos de sirena, con el disfraz de oveja,… ¡Háganme el favor! Vayan por las alcantarillas.

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