La Armengola desfiló escoltada por dos filas de las Negras Egipcias y los embajadores moros pusieron en escena un boato espectacular con Tudmir como protagonista
Los Moros J’Alhamed llevaban un año preparando su boato y no defraudaron a la hora de ponerlo en funcionamiento en las calles de Orihuela, ante el numeroso público que esperaba expectante la entrada mora. Los embajadores del bando de la media luna centraron su boato en escenificar el Pacto de Teodomiro como no podía ser de otra forma en el año en que se cumple el 713 aniversario del tratado entre el propio Teodomiro y Abd al-Aziz. Abrió la comitiva el boato de la Asociación Santas Justa y Rufina con los estandartes de las diez comparsas moras que componen el desfile. Detrás, radiante, la Armengola, protagonista de la noche estuvo escoltada por dos filas de los Negras Egipcias, comparsa a la que pertenece Asun Ruíz.
Con la llegada de los J’Alhamed, Orihuela se remontó trece siglos en su propia historia para rememorar el Pacto de Teodomiro. No faltó la negociación entre el bando moro y cristiano y la posterior rúbrica del tratado que convirtió a la ciudad en la capital de Tudmir. Así lo escenificó también el mapa del reino que los embajadores moros hicieron desfilar por las calles señalando las siete ciudades que componían el reino de Teodomiro en la que destacaba Auraliola (Orihuela).
No faltaron los dromedarios, que portaron a las abanderadas J’Alhamed y el abanderado infantil, los bueyes, y hasta un precioso caballo blanco, uno de los muchos regalos que intercambiaron Teodomiro y Abd al-Aziz durante las conversaciones previas a la firma del pacto. La intensidad del desfile iba subiendo al tiempo que se acercaba la hora de descubrir el final del boato J’Alhamed, la carroza que portaba al Embajador Moro, Eusebio Martínez, que este año escenificó el Patio de Los Leones de la Alhambra granadina, probablemente el mayor símbolo de los años de esplendor y dominación árabe en España.
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