Opinión: Miguel (Soler), el manipulador de más aire

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Por Miguel Ángel Robles

En el periodismo que agoniza era habitual que diferentes autores se replicasen desde tribunas distintas, yo utilizo esta para replicar su artículo en el País contra la ley de Libertad Lingüística, un rosario al que no le falta ninguna cuenta de los tópicos y mentiras del nacionalismo más rancio.

Empieza mal su artículo señor Soler, ¿el valenciano lengua propia?, ¿de quién?, ¿de verdad es la lengua propia de todos los valencianos? Supongo que querrá decir materna,  ¿o propia significa otra cosa? Si equivale a la materna, la que se habla en casa, con los amigos, usted está dejando sin lengua propia a más del 70% de los valencianos. Quienes  no tenemos el valenciano en nuestro acervo cultural, ¿ somos valencianos?

 Creo que valencianos son los españoles radicados en un municipio de la Comunidad Valenciana, sin necesidad de más atributos identitarios. Y todos, por nuestra condición de españoles, tenemos la obligación y el derecho de conocer el castellano, y, por la de valencianos, el derecho a conocer y usar la lengua de Joanot Martorell. Como es un derecho lo ejerzo o no, y a mí no me da la gana, por eso defiendo la exención, como defensa a la inmersión forzada que los del Botanic intentaron. Todo lo que sea imposición es extralimitarse en las funciones y un ejercicio de ingeniería social. La sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña dictaminaba que el tratamiento de ambas lenguas, en cuanto a la obligación de aprendizaje, no podía ser equivalente. Pero da lo mismo, nos hemos instalado en la división y para ello desterrar el idioma común es básico.

 Como cualquier discípulo aventajado en la manipulación de masas, conoce la importancia del lenguaje. Orwell estaría avergonzado del uso obsceno que hace del término segregar. ¿Estudiar  libremente en la lengua materna es segregar? Claro que sí. Se ajusta como un guante a la primera acepción que significa separar; ocurre también cuando un niño decide estudiar ciencias o letras, se produce una segregación en función de los intereses legítimos de los alumnos. También se segrega por cursos, los de primero de ESO no están en la clase de los de segundo de Bachiller.  Incluso separamos por grupos, en clases diferentes, a los estudiantes de la misma edad, y lo llamamos 1º ESO A, 1º ESO B, etc. A usted esta segregación, puramente utilitaria y racional, no le va, prefiere la segunda acepción, acorde con su talante liberticida, que según recoge el diccionario podemos definir como: Separar y marginar a una persona o a un grupo de personas por motivos sociales, políticos o culturales. A usted, como buen nacionalista, no le gusta la diversidad, ni la libertad, quiere una sociedad a la medida de sus ideas autoritarias y retrógradas. No le conmueve la certeza de que  imponer a los niños el estudio en una lengua que no es la suya signifique limitar sus posibilidades de éxito, reducir su identificación con el centro, aumentar el fracaso escolar y el abandono, contribuir al desarraigo y que sea una losa para los niños con dificultades de aprendizaje, a los que se condena. Los informes PISA y otros, demuestran una realidad espantosa de fracaso escolar en Cataluña y País Vasco, pero eso da igual, usted está dispuesto a sacrificar a los niños que haga falta en la pira de la identidad.

Se agarra, torticeramente, al 25%  mínimo establecido por varias sentencias, y es otra falsedad; ese mínimo sólo es procedente cuando se da un sistema de inmersión total como en Cataluña. Y abunda en su buenismo de lobo de Caperucita, cuando dice que su ley de plurilingüísmo debía ser aprobada por dos tercios del consejo escolar, sin embargo le molesta que se vote la lengua base por los padres. Mire, la decisión de en qué lengua estudian mis hijos no la toma un director servil ni unos profesores adoctrinados ni unos padres que desconozco. La tomamos mi mujer y yo, y llegados a una edad, ellos. Pero su cinismo hace cumbre cuando dice que se permitió llegar paulatinamente a ese 25%  de valenciano en las zonas de predominio castellano. ¿Por qué se permitió, para evitar un fracaso inmediato en la selectividad como preveían muchos profesores, a pesar de su ovino seguimiento? Usted se pasó la ley por el forro, que no admitía tal cortesía, y evitó cursar órdenes o reglamentos para eludir la prevaricación que nos proponía.

Cito textualmente lo que le molesta de verdad en la nueva ley, “en las zonas de predominio lingüístico castellano se dará el 90% en castellano y el 10% en valenciano y en las zonas de predominio lingüístico valenciano se dará un 30% en castellano y como máximo un 50% en valenciano”. Tanto castellano le solivianta, ¡qué injusticia! ¿Y si dejáramos elegir libremente la lengua vehicular, a quién perjudicamos? Ah, sí, al valenciano, que tiene más derechos que nuestros hijos.

Ya me he extendido en exceso, pero le diré que la ley de Libertad Lingüística no contenta a nadie porque es un revoltijo (la suya fue una cacicada); aunque se equivoca cuando afirma que “este conjunto de despropósitos solo puede obedecer a un objetivo claro: firmar el finiquito del valenciano”. No, don Miguel, no. El objetivo es no cabrearle a usted y sus secuaces más de la cuenta y no dar un paso más allá de lo necesario que pueda cuestionar la política lingüística de Feijoo en Galicia. Un bilingüísmo amable, vaya. Al contrario que las suyas, las convicciones del centro derecha son muy evanescentes, lo estamos viendo en Baleares y el otro día cuando Rueda, en su toma de posesión, rendía homenaje a un supremacista como Castelao. Joder qué tropa.

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