Vaciando el aire de las caracolas…CXI

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Prohigiene

Prohigiene

Mateo Marco Amorós
 

En julio de 1927, requerido por Ginés Marcos, José María Ballesteros, Inspector Municipal de Sanidad en Orihuela, colaborador del semanario «El Pueblo», se suma a la campaña pro-repoblación de los montes del término. Tras elogiar a Marcos, al que califica de «buen amigo y culto farmacéutico», escribe: «Ánimo y a no desmayar en su difícil empeño, que los montes que circundan a Orihuela puedan verse algún día repoblados, y el aire que entonces respiraremos será más puro, más sano, y la mujer oriolana hermosa como ninguna, podrá soñar en los días de descanso, recostada en el monte y a la sombra de un árbol, un sueño dulce, como todos lleno de ilusiones, en el que viera al estilo de la antigua Grecia, cortar ramas de pino que servían de antorchas para alumbrar su ceremonia nupcial.»

La alusión cursi a la mujer oriolana y toda la tramoya erudita referida a Grecia no son gratuitas. El párrafo citado, comprometido con la causa repobladora y atendiendo la petición del amigo, es el final de un artículo de orientación higienista dedicado a la salud y moda femenina. Titulado «Prohigiene. La moda actual en la mujer favorece su salud», sobre ello versa; contrastando la moda del momento con la anterior –véase El Pueblo, 170, 20.07.1927, pp. 2-3–. Entonces, la alusión a la repoblación de los montes oriolanos resulta embutido forzado. Compromiso solidario con la causa amiga, pero compromiso que se despacha obligado. Con calzador. Zapato de Cenicienta en pie de hermanastra.

Al margen de los argumentos higienistas, el escrito es exposición de tópicos afectados, muy utilizados por los colaboradores en la prensa de entonces cuando se refieren al público femenino. De este modo, aun estando en la voluntad del escritor el elogiar a la mujer, el aliño suena hoy grotesco. Hasta ofensivo. Así comienza Ballesteros su escrito: «Muñequitas frágiles, cabecitas locas, parecen hoy las mujeres que obedientes al mandato imperioso de la moda, hacen que disminuya hasta el peso de su cuerpo; pero no se alarmen mis queridas y preciosas lectoras ni piensen palabras con que increparme, que yo me apresuro a afirmar, lindas mujercitas, que ni sois frágiles ni sois locas.»

Lo dicho, la adjetivación denuncia lo cursi en una época en la que para decir mujer se decía «bello sexo», «damisela», «muñequita frágil»… Ballesteros defiende la moda del momento por considerarla más higiénica que la pretérita. Las razones, sabrosas por lo descriptivo, merecen que nos ocupen en otra ocasión.

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