A propósito de…LXXXV

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Cielo azul

Carta abierta a los amigos

Laura F.
 

Como se suele decir la familia no se elige. Ni padres ni hijos se eligen mutuamente. Es un lazo de amor incondicional producto de la aceptación y de un intercambio de sentimientos de amor, respeto y ayuda. Pero no se eligen entre ellos. Los padres asumen lo que les llega y los hijos el hogar al que han llegado. Depende del grado de amor en el que se desenvuelvan esas vidas, así será el resultado. Pero, como también se dice, a los amigos se les elige. Porque el que yo, personalmente, tenga una relación de afecto, confianza y simpatía con alguien de mi familia, es normal. ¿Pero con alguien que no conozco de nada y jamás lo había visto antes? ¿Por qué elegimos a éste o ésta, aquél o aquella como amigos? Primero creo que una reflexión sobre la amistad es interesante.

Un amigo o amiga es aquella persona con la que estableces un vínculo, en el que no saber por qué, te unes. A veces ni siquiera piensan igual, somos de distintas edades, religión, cultura o clase social, e incluso, los ves de tiempo en tiempo. No necesariamente tienes una relación asidua con ellos. Sin embargo, cuando te los vuelves a encontrar o los buscas, es como si hubieses hablado con ellos el día anterior. En ocasiones se tarda mucho en hacer un amigo o amiga, pero otras es algo instantáneo. Se nota que feeling, corriente mutua de aceptación. Otros dicen que los amigos son aquellos que están en las duras, porque en la maduras encuentras a cualquiera. No. El amigo/a se alegra contigo y llora contigo. El amigo/a siempre te tiende la mano, aunque estés equivocado/a.

Un verdadero amigo no te dará siempre la razón, discutirá, te dirá, te recriminará, pero te acepta como eres. La palabra AMIGA/O, es muy, muy, muy, pero que muy grande. Cuántas veces la familia te da la espalda, cuando más lo necesitas, la amiga /o tiende sus manos para acogerte. Ahora, que me estoy haciendo mayor y que, creo, que he llegado a cierta madurez (no mucha) tengo nostalgia, alegría, pena, tristeza y arrepentimiento. Por eso de esta carta abierta a mis amigos. Porque hoy, ha muerto un amigo. Ya se ha marchado. No sé si le volveré a ver. Quizá sí. Quizá no. No importa. Porque el tiempo y las vivencias compartidas y el cariño sentido, no desparecerá. Es como la energía, que ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Hace unos veinticinco años, empecé a perder amigos. No he olvidado a ninguno de ellos. Hoy se ha ido otro. Desde el primero hasta el último les recuerdo con ternura. No me acuerdo de los momentos difíciles, que sí, pero sobre todo de los ratos que compartimos riendo. Así los recuerdo.

En sus momentos de expresión de regocijo, de contento. Con algunos muchas veces, con otros menos, obviamente. No me lamento de no haber compartido más, porque así ha debido de ser. A todos mis amigos les gradezco el tiempo convivido. El TIEMPO. ¡Tan importante, tan valioso! El que me han dedicado lo valoro, porque es algo que no se recupera. La SONRISA franca, de complicidad. Cada amigo/a ha estado en el momento oportuno. Si no estaba, es porque no era necesario. Se sobreentendía y se sobreentiende. Que la vida nos distancie en el espacio, no quiere decir que no sigamos en contacto, porque sabes cómo reiría contigo o se enfadaría. Conoces sus reacciones y te los imaginas respondiendo ante tus opiniones, bromas y disgustos. A cada uno y una les doy las gracias por haber formado parte de sus vidas, por poder tener algo que nadie nos puede quitar el recuerdo de las experiencias vividas. ¡Y lo qué he aprendido! De sus errores y de los míos. Desde lo más profundo de mi alma, hoy despido a otro amigo. No la digo… ¡Adiós! Porque siempre estarás conmigo. Sí, le digo: ¡A Dios! Allí lo habrán recibido los antes que él se fueron, donde harán las tertulias y recordarán recuerdos. Ayer fue Jaime, Ángel, Paco,…, hoy es Jesús. ¿Quién será mañana? No sé. Y creo que me importa lo justo. Porque nunca la ausencia causó el olvido y si no se olvida…es porque siempre están contigo.

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