Anatomía de la melancolía: Pájaros en la cabeza

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Por Mateo Marco Amorós

Fotografía de Joaquín Marín

En Palma de Mallorca, Plaza de Barcelona, junto a la terraza del agradable Café a Tres Bandas, en una persiana, una pintada firmada por Neorrabioso llama la atención: «Pájaros en la cabeza los tenemos todos, pero vivir es sacarlos a volar».

Porque he vivido, repaso la jaula abierta de mi cabeza y observo los restos que han ido dejando y dejan los pájaros que me han habitado y habitan. Algunos, pájaros de diverso plumaje, van y vienen porque la jaula de mi cabeza siempre ha sido una jaula abierta. Así siento que he vivido. Acaso, en ocasiones, algo disperso. Por muchos pájaros.

Hay días en los que reprocho a esos pájaros el que siguiendo su vuelo me apartaran de algunos nidos en los que fui muy feliz. Hay quienes no se arrepienten de nada. Yo sí. Lo dijimos ayer. El recuerdo, como río en torrentera, arrastra lo bueno y lo malo, lo mismo tarquines fertilizadores que bardomeras ralentizadoras, rémoras de la corriente que obstruyéndolos hasta revientan puentes. El arrepentimiento no es para fustigarnos con el absurdo de lo que pudo ser y no fue, sino por convencimiento de que atendiendo el vuelo de ciertos pájaros fatuos corrimos el riesgo de caer en algún abismo. Porque siguiendo algunos vuelos rozamos el abismo. Es ahora, desde el sosiego que pretendo en mis nuevos días y horizontes, escudriñando la anatomía de mis melancolías, cuando aprecio más claro esto. Y me veo en la obligación de limpiar los excrementos que los pájaros de mi cabeza hayan podido dejar sobre aquellas personas que me han sufrido. Como siento la necesidad de limpiar mi jaula para atracción de nuevos pájaros, para que habitándola estén cómodos sabiendo la puerta abierta para volar. A ser posible sin perjudicar a nadie en su vuelo.

Dicen unos que soñar con excremento de pájaros augura pérdida de libertad. Como que alguien nos cortará las alas. Otros, que trae buena suerte; como cuando una hez de ave nos cae en la cabeza. Hace unos años, paseando por Estambul una paloma cagó sobre mi cabeza. Y aquel viaje fue un viaje maravilloso. Volando.

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