La pared negra y el cactus de Arizona

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cactus arizona

Miguel Ángel Robles

El tomicus eliminó, con la desgana de los poderes públicos, los pinos que hace unos sesenta años plantaron manos de oriolanos entre las cuales estaban las del tío Jesús, el hermano de mi suegra. No quiero imaginar las condiciones de precariedad y esfuerzo en las que se desarrolló, algo habitual en esa época de hombres y mujeres duros, mal alimentados y tenaces. No era una especie autóctona dijeron, despreciando el trabajo de aquellos hombres y el placer que su vista nos producía a los demás. Hoy la sierra luce más yerma, árida y áspera pero está repoblándose poco a poco de otra especie que no precisa del esfuerzo de nadie, el cactus invasor Arizona. No es la primera vez.

Esta planta, al parecer apreciada en jardinería, es muy difícil de controlar y erradicar por la dureza de sus pinchas y su capacidad para enraizar en casi cualquier circunstancia, a lo que hemos de sumar la inclinación del terreno y su composición inestable. Hace ya muchos años que se trató de eliminar, pero un solo bulbo que sobreviva puede, con el tiempo, desarrollar una plaga que hace inviable el acceso y daña a las mascotas que nos acompañan en los paseos por la sierra. Si prolifera de nuevo, y parece que nadie tiene interés en pararla, podría hacer inaccesibles las vías de paso a la Pared Negra, un regalo de la geografía y el clima, que es utilizada por escaladores de toda España y considerada escuela por los amantes de este deporte. La Pared Negra es un referente y un recurso turístico y deportivo de gran importancia, un reclamo más que sumar a la oferta que nuestro municipio puede hacer a los propios y los extraños. Sí, también, por tanto, un nicho laboral y de negocio.

Desconozco si ha cambiado algo, pero si las directrices de las administraciones responsables son no intervenir sobre el nuevo resurgir de esta plaga, podemos quedarnos sin acceso a algunas de las rutas más queridas para subir a la Cruz de la Muela y con la senda de los escaladores bloqueada. Una desgracia y una pérdida de valor natural, turístico, deportivo y paisajístico inadmisible.

Es lento, arriesgado, costoso y difícil, precisa material y personal capaz física y técnicamente, pero la alternativa es una rendición inaceptable, una claudicación que aboca al deterioro de nuestra riqueza y una merma de nuestro potencial de atracción inaceptable, junto a un destrozo ambiental y paisajístico. Si no hay un plan para su eliminación, por favor, empecemos ya antes de que sea casi inabordable. Quienes pararon la primera invasión tienen un conocimiento que debemos aprovechar, sé que trabajaron duro y bien; volvamos a hacerlo. Ya les doy las gracias por adelantado.

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