Nova Novíssima

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Mateo Marco Amorós / Bardomeras y meandros

Joaquín Marín / Fotografía

La Nova Cançó siempre será nueva, rebrote en perpetua primavera, porque sus esencias son eternas y lo eterno no envejece. Hermosas melodías, excelentes letras –en ocasiones debidas a buenos poetas– y voces selectas, cada una con su marcada personalidad, son mimbres que garantizan un producto que no caduca. En continua renovación.

El sábado posterior a San José lo pudimos comprobar en el Teatre Micalet de Valencia en el concierto, mano a mano, voz a voz, de María del Mar Bonet y Borja Penalba, acompañados compás a compás por el percusionista Antonio Sánchez, administrador y cocinero exquisito de pertinentes silencios y delicados ritmos. Se trataba de presentar en directo un disco recopilatorio de directos. Un concierto maravilloso que por un lado nos trajo gratos recuerdos del segundo lustro de los años setenta y por otro nos abrió melodiosos horizontes de futuro, transportándonos estas músicas, como tantas veces, desde este Levante nuestro hacia un Mediterráneo también nuestro. Hermanando orillas.

Cuando aquel segundo lustro, primero fue Lluís Llach. Que nos condujo hacia otros. Entre esos otros, María del Mar Bonet que ya llevaba unos años en los escenarios haciendo de su voz instrumento suficiente. Por entonces, muy dados a catalogar, con el riesgo que llevan las etiquetas, solíamos destacar de Llach la música en general, de Quico Pi de la Serra la guitarra y sus letras irreverentes, y de María del Mar Bonet, ya lo hemos dicho, la voz. Como de Raimon. Pero había y hubo más: Cadafal, Ovidi Montllor, Al Tall, el mismo Serrat… Herederos todos de Els Setze Jutges. Que algunos mensajes de entonces hayan sido afortunadamente superados no les quita valor. Incluso vale la pena recordarlos. Para no olvidar.

Y precisamente en el segundo lustro de los setenta nacía Borja Penalba, del rock al folk, del folk al rock, su música y poesía también las sentimos ahora dentro de la Nova Cançó eterna. Novíssima Cançó. Voces en las que, entre otras cosas, aprendimos a estimar una lengua cercana mediando músicas que como la brisa mediterránea impregnan el aire de susurros, bellezas poéticas y sensibles anhelos. Se digan como se digan.

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