Vaciando el aire de las caracolas…CVII

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Hernansáez o

Hernansáez

Mateo Marco Amorós

«¿Se puede repoblar el monte que respalda a Orihuela?» Esta es la pregunta que a principios de julio de 1927 se hace el catedrático de Agricultura José María Hernansáez a instancias de Ginés Marcos en su campaña para la repoblación de la sierra de la Muela. El farmacéutico Marcos lo había anunciado en varias ocasiones: Aprovechando la visita que José María Hernansáez había realizado a Orihuela con motivo de organizar unas charlas sobre técnica agrícola, había comprometido con éste un artículo de contenido científico que respaldara su proyecto repoblador.

Así, a tres columnas, ocupando casi dos hojas, la primera y segunda, «El Pueblo. Semanario Social y Agrario» de Orihuela publica el artículo de Hernansáez titulado «Orientación técnica sobre la repoblación en Orihuela» (Véase «El Pueblo», nº 168, Orihuela, 06.07.1927). También lo celebra y agradece el periódico en la sección de «Noticias»: «Hoy honramos –dice la nota– las columnas de fondo de nuestro semanario, con la publicación del artículo «Orientaciones técnicas sobre repoblación forestal en Orihuela», meritísimo trabajo, original de don José María Hernansáez, culto y competente Catedrático de Agricultura del Instituto de Cartagena.» Nota que califica al técnico como «enamorado de nuestra ciudad y su vega.»

Tras una primera parte introductoria donde Hernansáez aplaude la iniciativa haciendo profundas reflexiones sociológicas sobre la mayor o menor desidia de los pueblos más o menos resignados a su entorno, tras una segunda parte muy didáctica en la que el pino y su evolución es historia y protagonista narrada con un estilo que nos recuerda al del geógrafo Élisée Reclus cuando nos condujo con exquisitez literaria por «El arroyo» desde que nace hasta que desemboca, concluye, en una tercera parte, afirmando la posibilidad de la repoblación. Y aconseja:

«Donde hay tierra practicad el hoyo más profundo que podáis, en algunos puntos bien distribuidos hacedlos, si preciso fuese, en la misma roca y llenadlos, cual si se tratase de macetas, que con el tiempo, al extenderse, constituirán una maceta única.» Aconseja y anima: «¿Que esto supone sacrificios? ¿Pero es que acaso existe obra alguna que no los brinde? —Todo menos ver una ciudad próspera, rica y culta con la vergüenza constante de su monte pelado, que a lo lejos parece el espinazo de un camello gigante famélico, lleno de miseria.» Aconseja, anima y, como colofón, rotundo, advierte: «No soñéis con pinos donde esos animalitos tan útiles de cara lánguida y lenguaje enfermizo, puedan penetrar a sus anchas. Me refiero a las cabras.»

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