A propósito de…LXXVIII

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Si hubierse vergüenza y honor…

Laura F.
 

Las leyes las hacen las personas, y como todo ser humano comete errores. Si bien es cierto, no es igual un error que otro. Si un carpintero se equivoca al hacer un armario, como mucho le toca pagarlo a él; pero si el que se equivoca es un juez, puede destrozar la vida de cualquier ser humano. Aunque no pasa nada, se le indemniza y ya está. Aún así las leyes son necesarias para que una sociedad medio funcione. Se supone que están hechas para que haya un equilibrio aceptable (nunca será exacto) entre los ciudadanos.

Desde el Derecho Consuetudinario, pasando por los Griegos, Derecho Romano, Edad Media (por derecho divino) hasta llegar el siglo XVIII, las leyes han ido cambiando adaptándose a los tiempos en los que se vivían. Bueno. Eso es lo que se dice y lo que se intenta. Cuando se elaboró la Constitución Americana en 1787, fue la novedad del siglo. Ejemplo para todas las demás (no por sufragio universal, no) pero algo era algo. Luego, los demás países que le siguieron fueron elaborando su conjunto de leyes y, cada país, presumía de haber mejorado la primera, porque “los tiempos habían cambiado”. Pero también se han complicado, desde el punto de vista del delincuente y desde los legisladores.

Los primeros son rápidos, variados y sofisticados; los segundos, son lentos, tardíos y van por detrás de la sociedad; además de hacer leyes en función de sus propias ideas, no del bien común y sí de intereses espurios, ya que los intereses económicos priman sobre los de justicia como tal. Y luego tenemos a los jueces, que hilan tan fino que cuando llega la sentencia, el infractor o el inocente se ha muerto, la acción ha prescrito o ha estallado la tercera guerra mundial. Otros aplican la Ley fijándose exactamente a la “letra”, otros no pueden desligarse de su subjetividad y los que quieren ser lo más justos posible se les ningunea dejándoles en un rincón. Los que quieren trabajar no pueden. ¡Ah! y los siguen directrices o miran para otro lado. Y ahí estamos. No voy a enumerar los casos de injusticia alevosa se están cometiendo en este país. Pero lo peor de todo es cuando la Constitución de un país, llamado democrático, se ve prostituida en perjuicio del ciudadano honesto y, sobre todo, en niños y ancianos.

Confieso que me siento avergonzada. Siento bochorno por no poder hacer algo ante la

humillación, deshonra, abyección, infamia, ultraje, obscenidad, indecencia, abominación, torpeza, escándalo y degradación a la que hemos llegado y yo colaboro, permitiendo que criaturas y ancianos queden en la indigencia porque un banco (que siempre gana) marque el paso de la Ley bajo el manto de un gobierno (el que sea) que desprecia a sus ciudadanos, mientras en su boca alude a la “Divina Providencia” o a la Ética. Y siento bochorno al ver cómo utilizan a miembros de cuerpos del estado, como el de BOMBEROS o la misma POLICÏA, para, en vez de defender al ciudadano, les sometan. Es de una bajeza y una manipulación rayana en la aberración. ¡SE HAN DE CUMPLIR LA LEYES! ¿Quiénes? Los muertos de hambre o los políticos, ricos y poderosos, amiguetes,…Porque yo veo que unos sí y otro no.

Así que ROBERTO RIVAS, el bombero gallego, me ha sacado los colores. Porque tengo vergüenza, sentido de la ética y de la moral. Y sé que está mal, que es injusto y anticonstitucional. Pero este hombre y sus compañeros han demostrado tener lo que hay que tener: sentido de la justicia y un par. Como hay que condenarlo porque sienta precedente, se le acusa “alterar el orden público”. El caso es jorobarlo por ser humano y no hacer lo que no debe, pues su trabajo es “salvar”. ¿Qué pasa con los que sí ejecutaron la orden? Pues tienen que elegir entre cumplir órdenes o quedarse sin trabajo, pagar una multa, tener un expediente y buscarse la vida en Tumbuctú. ¡Pero las leyes hay que cumplirlas! ¡Aunque sean leyes hechas con la mente y la conveniencia de personajes escapados del siglo XIII! ¿Quién salvará este chiquillo menor que un grano de avena? ¿De dónde saldrá el martillo verdugo de esta cadena?

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