Gazapos

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A cara descubierta / Mateo Marco Amorós

Fotografía / Joaquín Marín

Si cuando publicamos nos amenazan las erratas, cuando hablamos o escribimos son los gazapos. Errores que en ocasiones resultan graciosos. Recuerdo una vez que en un programa de radio intervino una señora que al referirse a una situación confusa afirmó que aquello era como mezclar las churras con las meninas. Confusión por analogía entre merinas y meninas. Meninas era lo que más le sonaba. Seguro que la señora habría escuchado en casos similares la célebre expresión castellana que refiere la inconveniencia de mezclar las ovejas churras con las merinas; porque la lana de éstas, menos basta que la de las otras, era más apreciada. Sobre la malversación de esta expresión el Centro Virtual Cervantes también trae la de «mezclar churros con merinos», fruto igualmente del conocimiento impreciso del dicho original.

Los traspiés sobre frases hechas son corrientes. Así también hemos oído lo de «como un grano de arena en el océano». Que al cabo es como querer decir «como una gota de agua en el desierto». La gota que colma el «beso».

Reproducimos frases sin saber bien el porqué de la original. Y transformamos las expresiones. Así parece con lo de «loor de multitud» y «olor de multitud» que Lázaro Carreter, con la inteligencia que siempre demostró sobre el español, precisó en su tribuna «El dardo en la palabra». El filólogo atribuía estas confusiones al «fenómeno llamado etimología popular, por el cual se modifica un vocablo incomprensible en todo o en parte, aproximándolo a otro parecido, con el que no tiene parentesco genético.» (ABC, 25 de febrero de 1990). Luego están los errores errores, fruto de la ignorancia o de algún lapsus. Como el escuchado una mañana, también en la radio, ubicando a las Azores en el Pacífico pero… Pero quien esté libre de «pescado» que tire la primera piedra. ¿O acaso el anzuelo? Porque quien tiene «copa» se equivoca. Y nos divertimos.

Otros equívocos se perpetúan en el lenguaje. Cambiándolo. Así lo de cénit-cenit-zenit o álgido para definir cualquier extremo. Sin precisar que cénit-cenit-zenit es lo más alto. Y álgido, también extremo, pero sólo muy frío. Significados que ampliamos con generosidad más allá del específico.

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