Vaciando el aire de las caracolas…LXIII

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Anagrama

Anagrama

Mateo Marco Amorós
 

«La vista más bonita de Orihuela, la que compendia y cifra como en un anagrama su historia, su grandeza, su valía, su pasado y su presente glorioso, es la que se ofrece al que la contempla desde el puente oriental.» Así comienza el primer artículo que responde a la encuesta convocada por el semanario oriolano «El Pueblo» en 1927 preguntando «¿Cuál es la vista más bonita de Orihuela?». Lo firma Amonamantangorri –véase «El Pueblo», 163 (01.06.1927)– que se explaya en esta perspectiva tan compartida por los habitantes y visitantes de Orihuela. El puente oriental es junto al Casino.

Para describir su «fotografía», el literato nos sitúa apoyados en la baranda del puente mirando a poniente. El primer elemento que destaca son los azudes: —¡Divina música la de los azudes, que remeda el grito interminable y eterno del mar! —nos dice. Agua música –insiste–, «canto de cuna» para los oriolanos que preocupa cuando cesa. «Y es que el silencio del río –explica Amonamantangorri– se debe a una de dos causas: o a la riada, que, imponente y arrolladora, ha igualado todos los desniveles del cauce, o a la sequía estival, que amenaza con la ruina y desolación a nuestra huerta».

El estiaje o la riada, producto de lo que nos cantará Raimon con su voz bella y sus sabidurías y memoria de campo: «Al meu país la pluja no sap ploure: / o plou poc o plou massa; / si plou poc és la sequera, / si plou massa és la catàstrofe.» «En mi país la lluvia no sabe llover: / o llueve poco o llueve demasiado; / si llueve poco es la sequía, / si llueve demasiado es la catástrofe».

Continuando con la fotografía, el literato nos pide que cerremos los ojos para sentir en el canto del río el estruendo guerrero que cupo en la vega codiciada por tantos pueblos y razas que han formado el alma española. Pero también, pidiéndonos elevar el espíritu, ese canto es «acción de gracias que la Huerta eleva al Creador por haberla dotado de esa arteria vivificadora y fecunda.» Río que parece brotar de la misma ciudad. Después, ya caben los monumentos: La Catedral, el Palacio Episcopal, Santa Justa, el Seminario… Frutos de la fecunda huerta y de la fe, «surtidores de vida espiritual». Y todo ello enmarcado por la sierra. Para terminar, Amonamantangorri dispara una traca muy surtida de imágenes románticas.

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