Y si dejamos que hablen

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Mateo Marco Amorós / Bardomeras y meandros

Joaquín Marín / Fotografía

En su libro África de Cairo a Cabo, el reportero Enrique Meneses cuenta lo que le sucedió una noche en el Congo Belga a mediados del siglo pasado. Y cuenta que se puso a tiritar, que le castañeaban los dientes sin poder evitarlo, que sin manta sentía mucho frío y con manta sudaba. Que tenía una fiebre de caballo. Y que para combatirla echó a correr por ver si entraba en calor. Pero que tras recorrer siquiera doscientos metros, «sin fuerza en las piernas», cayó al suelo. Entonces los indígenas congoleños lo acercaron a la hoguera, le prepararon una infusión caliente con unas hierbas arrancadas de la maleza y… Y una hora más tarde estaba como nuevo. Había sido –dice– un ataque de malaria.

La experiencia le hizo reflexionar sobre el considerar primitivos a los africanos. Y desde el lamento, escribe: «La sabiduría que encierran estos pueblos se irá perdiendo irremediablemente, en África, en Asia, en América, porque estamos tan engreídos de nuestra superioridad que no les dejamos que hablen. Sólo queremos que nos escuchen.»

En estos días de fragilidad nos hemos preguntado cómo es posible que en nuestra científica, tecnológica y superdesarrollada sociedad occidental no haya remedio para esta «malaria» que nos mata. Escuchamos el «más madera» en los laboratorios del mundo rico. Pero tarda el remedio. Y dicen que tardará.

Tras releer la experiencia del viajero Meneses, esa cura en un santiamén, yo no sé si el remedio está al sur. Vaya por delante, además, que lejos queda de mí cualquier intento de fomentar medicinas alternativas que tanto pescan en el río revuelto de la desesperación. Muy lejos. Pero quizá sea necesario escuchar las voces que nos llevan al origen de nuestro origen. Y el origen de nuestro origen nos lleva a África. Por Etiopía decíamos siempre; o más al sur dicen ahora. Por Botsuana. A África. Y llegando a África, a la naturaleza. En cualquier caso, a unas sociedades desplazándose por un vivir armonizando con el entorno. Adaptándose a él antes que contra él. Sociedades conciliadas con una naturaleza que no solo mata sino que también cura.

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