Se fue el maestro

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Mateo Marco Amorós / A cara descubierta

Joaquín Marín / Fotografía

«Como se fue el maestro, / la luz de esta mañana / me dijo: Van tres días / que mi hermano Francisco no trabaja. / ¿Murió?… Sólo sabemos / que se nos fue por una senda clara, / (…)».

Con estos versos comienza el hondo poema que Antonio Machado dedicó al maestro Francisco Giner de los Ríos, alma de la Institución Libre de Enseñanza, alma que confiando en el papel fundamental de la Educación «soñaba un nuevo florecer de España.» Y son versos que queremos para nuestro maestro Francisco Ruiz Sáez. Que también se nos ha ido «por una senda clara».

Hace unas semanas celebrábamos la jubilación de Paco Ruiz, don Paco y… La tarde de su entierro hasta lloró el cielo su marcha. Que lloren los cielos es tópico manido en las endechas; pero la otra tarde en Bigastro así fue. Un cielo de tristeza en un Bigastro triste. Triste por perder, tan pronto –siempre es pronto cuando la muerte nos arrebata a los mejores– a un marido, a un padre, a un maestro, a un buen ciudadano. Si a sus compañeros nos transmitió su buen hacer docente, también, como vecino de Bigastro, nos contagió el amor a su patria chica. A sus costumbres y a sus gentes. Y en su honor tendremos que recorrer las sendas trazadas por su insaciable curiosidad. Curiosidad del que precisa siempre aprender para bien enseñar. Y en su honor caminaremos entre azarbes y azarbetas, partidores y tablachos, acequias, sangradores e hijuelas… sintiendo su espíritu inquieto y amable. Su sonrisa nos la traerán los aires de poniente y pronto, el azahar, emborrachando de aromas los campos, portará la miel de su cordialidad. Y el canto de los pájaros en la madrugada, su educada voz. Sus expresiones de buen hombre. Su ser amable. Todo tendrá su alma.

Y mucho se nos ha quedado por hacer. Ojalá ese sol que todas las mañanas camino del Instituto vemos levantarse por Jacarilla y al atardecer descansar en las lindes de Murcia, ilumine y caldee las umbrías que nos deja su ausencia. Y sea siempre, dondequiera que esté, la ternura de su ser. Su bondad. Siempre.

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