Anatomía de la melancolía: Sobre el pudor

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Por Mateo Marco Amorós

Fotografía de Joaquín Marín

Quede claro. El problema no está en lo que miramos sino en cómo lo miramos. Vivimos tiempos en los que prolifera un contagio epidémico de iconoclastia puritana que nos castra la mirada y pretende convertir en pesadumbre lo que fue deleite. Sobre ello ya reflexionamos cuando en la Manchester Art Gallery, por aquello del debate sobre la cosificación del cuerpo femenino, descolgaron el cuadro de Waterhouse «Hilas y las ninfas». O cuando la exposición de Balthus en el Thyssen.

De nuevo, por gusto, nos entretenemos repasando uno de los manuales de Historia del Arte que nos ocupó cuando el COU (Curso de Orientación Universitaria). Que visto con las gafas ahumadas del pudoroso neopuritanismo, deshojando ilustraciones que podrían considerarse «incorrectas», lo que era tocho se queda en librillo. En el experimento, el pudor reacciona ocultando lo que valora vergonzante. Esa vergüenza plasmada nítidamente en el detalle del pecado original y expulsión del paraíso en uno de los relieves de la puerta de San Miguel de Hildesheim: Adán y Eva, avergonzados se tapan las partes desde entonces pudendas. Entonces… ¿Qué hacer, por ejemplo, frente a la ilustración de Paul de Limbourg, también del pecado y expulsión del paraíso, en el libro «Las muy ricas horas del duque de Berry»?

O con el niño Jesús que se presenta desnudo en «La Virgen del canciller Rolin» de Van Eyck bendiciendo –o saludando– al propio canciller. O con la graciosa sensualidad en el pequeño bronce de Pollaiuolo representando a Hércules y Anteo. O con los esclavos labrados por Miguel Ángel. O con el David gigantesco de este mismo genio. O…

Trayendo a Miguel Ángel, muchos Daniele da Volterra, muchos «Braghettone», necesita la Historia del Arte para tapar «vergüenzas» que no tendrían porque ser. ¿O sí? Ni tiempo ni espacio tenemos para seguir enumerando obras de arte, bellezas, de las que no es deseable que el pudor pueda privarnos. El «Perseo» de Cellini, el «Mercurio» de Juan de Bolonia, «Las Tres Gracias» de Germain Pilon, «La calumnia de Apeles» de Botticelli, la «Alegoría del Amor» de Bronzino, la «Bacanal» de Tiziano… Bellezas y más bellezas, continuaremos.

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